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Actualizado: 25 de octubre de 2025
La madre, luego de varios intentos para despertar a su esposo, sin conseguir otro éxito que palabras incoherentes seguidas de nuevos ronquidos, había rezado hasta el amanecer por el alma del señor de la torre, creyéndolo muerto. Margalida, que dormía cerca de su hermano, le había llamado con voz queda y angustiosa al oír los primeros tiros. «¿Oyes, Pepet?...»
Aun edificando el saber sobre la capacidad pasiva de asimilar conocimientos, la enseñanza religiosa corre graves riesgos de despertar inopinadamente la capacidad activa, suscitando en un seminarista un Combes, y un France en un discípulo de los asuncionistas.
Y Gallardo, seguro de su buena estrella, con la tranquilidad arrogante de un hombre de fortuna que forzosamente ha de despertar el deseo allí donde fije sus ojos, marchó al Hotel de París, situado a corta distancia del suyo. Tuvo que esperar más de media hora en un diván, bajo la mirada curiosa de los empleados y los huéspedes, que volvieron la cara al oír su nombre.
La romanza Lontano a te, más que ninguna otra, tenía el privilegio de despertar su sensibilidad y dar a sus ojos expresión extremadamente amarga.
Encerrábase en su cuarto sin atender como antes al cuidado de las niñas: aparecía tan seria y reservada a las horas de comer, que llegó a despertar la atención de don Rosendo, con hallarse este gran patricio más que nunca absorto en la alta dirección de la batalla del pensamiento que se libraba en Sarrió.
Las persianas cerradas se abrían tras cortos intervalos, indicando el despertar de los señores, y los criados fingían acelerar la faena de borrar el desorden causado por la fiesta. Sólo en la habitación de Josefina reinaban todavía la quietud y el silencio.
Con los blancos ojos medio ciegos, pero malignos, su labio inferior colgante y su monstruoso color, era incapaz de despertar el más leve sentimiento estético. Bueno dijo Conrado, cuidado con las herraduras, muchachos, ¡arriba! Ojo con no descuidarte en agarrar ante todo las crines, y cuida de agarrar en seguida el otro estribo. ¡Arriba!
Levantose del sillón quedamente y con mucha pausa para no despertar al enfermo. Ya sabía lo que tenía que hacer. La cosa era clara y fácil. Lo que no pudo hacerse el día anterior, se haría en aquel tan funesto.
¡Oh! sí; lo que me sucede es muy grave dijo Montiño ; desde ayer han pasado por mí tantas desdichas que con ellas se puede llenar un libro, y por grande que fuese no sobraría mucho. ¡Ayer era yo tan feliz! ¡Erais feliz y os confesáis malo! ¡Ah, padre! todo me venía bien y tenía dormida la conciencia. El que aduerme su conciencia puede despertar condenado.
En la escena inmediata lo vemos de nuevo, encadenado y vestido de pieles. Laméntase, al despertar, de que han sido sueño todas las grandezas que ha visto. El Pecado está junto á él atormentándolo; pero con el auxilio de la Razón, que ha vuelto, y de la Voluntad, resuelve alcanzar de nuevo la dicha perdida, haciendo huir á la Sombra, que, juntamente con el Príncipe de las tinieblas, trama nuevas asechanzas. Después la Sabiduría se hospeda como peregrino en la habitación del Hombre.
Palabra del Dia
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