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Actualizado: 13 de junio de 2025
Lo habían hecho para las gentes como ellos: era un lugar de delicias, comparado con esta habitación desmantelada, en cuyos rincones creía ver encogidos los espectros del hambre y el dolor... En él habían muerto sus padres. Pasó aquella noche sin acostarse, velando a Feli, que había recobrado sus facultades, pero apenas podía hablar.
La sala era una estancia cuadrada bastante capaz y casi tan desmantelada como el resto del edificio: un sofá de paja, una docena de sillas, una consola de caoba con pequeño espejo de marco dorado encima y algunos cuadros colgados de la pared componían todo su mobiliario. La hermana tomó la guitarra luego que todos nos hubimos acomodado en las sillas, y comenzó a rasguearla dulcemente.
Autoricéle para que se despachara a su gusto, y se satisfizo con medio pan de centeno y un cuarterón de queso ovejuno. Y fortuna fue para él que no se extendieran a más sus apetitos, porque hubiera jurado yo que no había otra cosa de mayor regalo en aquella desmantelada venta.
Ahora las quemaremos si te parece.... Iremos a la cocina.... El joven no replicó. Se dirigieron a esta pieza del cuarto fría y desmantelada, porque nadie la usaba, y Clementina colocó por su mano el paquete sobre el fogón. Mas de repente, cuando ya tenía entre los dedos el fósforo encendido que el joven le había dado, se detuvo.
Pues bien: toda esta grandeza, todo este poder, toda esta fortuna están escritos en sus innumerables monumentos. En más de una torre desmantelada, á que sirvieron de cimiento ruinas de la dominación de Roma, hay ventana que fué primero ajimez árabe, después ojiva gótica, luego nicho del Renacimiento, y que hoy es balcón adornado de flores á que se asoma la hija del campanero.
Verdad era que él no podía vanagloriarse de haber tomado aquella plaza... desmantelada; no había gozado los supremos favores... todavía; pero, en fin, anticipos... arras... o como quiera llamarse, eso sí. ¡Oh! como él llegara a vencer por completo, y así lo esperaba, ya le pagaría ella aquellos desdenes caprichosos, aquellos cambios de humor, y aquella humillación de posponerle a un carca».
Hasta el efecto de la noticia se borra pronto, y una especie de insensibilidad apacible va cauterizando el espíritu de Julián: piensa más en lo que le rodea, se interesa por la iglesia desmantelada, trata de enseñar a leer a los salvajes chiquillos de la parroquia, funda una congregación de hijas de María para que las mozas no bailen los domingos.... Y así pasa el tiempo, uniformemente, sin dichas ni amarguras, y la placidez de la naturaleza penetra en el alma de Julián, y se acostumbra a vivir como los paisanos, pendiente de la cosecha, deseando la lluvia o el buen tiempo como el mayor beneficio que Dios puede otorgar al hombre, calentándose en el lar, diciendo misa muy temprano y acostándose antes de encender luz, conociendo por las estrellas si se prepara agua o sol, recogiendo castaña y patata, entrando en el ritmo acompasado, narcótico y perenne de la vida agrícola, tan inflexible como la vuelta de las golondrinas en primavera y el girar eterno de nuestro globo, describiendo la misma elipse, al través del espacio....
Sois como los perros, que no pueden entrar en la casa de Dios. El capellán sale, y el doble de la campana que resuena en la sala desmantelada, detiene por un momento aquel expolio a que se entregan desde el comienzo de la noche los cinco bigardos. La alcoba donde murió Doña María.
Palabra del Dia
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