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Actualizado: 21 de noviembre de 2025
Como éste preguntase con su mirada el motivo de la desgracia, el arrumbador continuó con exaltación: De too tiene la culpa la beatería cochina. ¿Sabe usté mi delito?... No ir a entregá la papeleta que me dieron el sábado con el jornal. Y como si Montenegro no conociese las costumbres de la casa, el buen hombre relataba detalladamente lo ocurrido.
Lo de Venecia es evidentemente fantasía de aquéllas que continuamente inventaba el autor de las Relaciones; no lo es menos el retiro pensado en Inglaterra. ¡Protectores allí! Después de la desgracia y suplicio del Conde de Essex, seguido de la muerte de Antonio Bacon, en 1601, no le quedaban más que enemigos.
El dolor y la desgracia la habían hecho temerosa. Muchas veces me dijo: «Rodolfo: nuestros amores no serán dichosos. Nací condenada al infortunio; nací condenada a padecer, y cuanto es para mí felicidad y ventura perece y se malogra.... ¿Me amas? Sí; pues dejarás de amarme. ¿Te amo?
Las calles estaban atestadas de gente, así como la iglesia y sus alrededores; al volver, tuve muchísimo miedo de que hubiese alguna desgracia, pero se tomaron muchas precauciones para evitar los accidentes que la aglomeración de gentes pudiera ocasionar. Casi todo el pueblo estaba invitado a pasar la velada en nuestra casa.
El general golpeaba el suelo con el tacón de las botas, que en él era señal indefectible de impaciencia. ¿Está incomodado el general? preguntó el barón. Padece ese movimiento nervioso respondió a media voz Rafael. ¡Qué desgracia! exclamó el barón , eso es un tic douloureux . ¿Y de qué le ha provenido? ¿Algún tendón dañado en la guerra quizá? No contestó Rafael.
Y siempre lo mismo.... ¿No quería abandonar las tierras malditas? Fas mal, fill meu; te portarán desgrasia . Haces mal, hijo mío; te traerán desgracia. Batiste acogía con una sonrisa la cantilena del viejo. Familiarizado con el peligro, nunca lo había temido menos que ahora. Hasta sentía cierto goce secreto provocándolo, marchando rectamente hacia él.
Maltrana admiró su firmeza: era digna hija del Mosco. Aquella mujercita débil, que muchas veces lloraba sin motivo, permaneció inmóvil, con los ojos secos, al conocer la desgracia. Hacía tiempo que presentía este final. Muchas noches había visto en sueños a su padre cubierto de sangre, pereciendo bajo las escopetas de los guardas, que le daban el tiro de gracia.
Contaba con que aceptaría, porque dicen que es valiente, y le hubiese muerto o hubiese dejado mi vida en sus manos. Quería por ese medio impedir la desgracia de usted, o no ser testigo de ella. Esto es, señora, todo lo que podía hacer por usted el pobre Carlos.
Allí estaba muy mal: podía morir abandonada durante una ausencia suya, lo mismo que morían los irracionales, y él estremecíase sólo al pensarlo. ¡No, no!... Y gesticulaba enérgicamente, como si la viese ya en su imaginación muriendo durante la noche, sin otro socorro que los gritos y las carreras del amante, enloquecido por la desgracia.
El Santa Ana había tenido en el combate del 21 noventa y siete muertos y ciento cuarenta heridos: se habían agotado los recursos de la enfermería, y algunos medicamentos indispensables faltaban por completo. La desgracia de Malespina no fue la única después del rescate, y Dios quiso que otra persona para mí muy querida sufriese igual suerte.
Palabra del Dia
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