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Actualizado: 6 de junio de 2025
Con lozana alegría empezaba a florecer su corazón amoroso; y seducida por aquellos primeros favores de la suerte, se sintió tan deseosa de paces y treguas en la batalla de su senda oprimida, que pensó en congraciar con un ardid a la terrible señorita de la casa, escribiendo a Salvador dos renglones que pudieran convertirse en alguna esperanza para la cazadora de novios.
En su soledad, se recrearía discurriendo muy a sus anchas por la estufa, admirando las galanas flores tropicales, y aspirando sus embriagadoras fragancias. Fuese Ponte Delgado, despidiéndose con afectuosas salutaciones y sonrisas tristes, y tras él Benina, que apresuró el paso para alcanzarle en el portal o en la calle, deseosa de echar con él un parrafito.
Quizás si las maldades que la Condesa veía urdir al Príncipe, las conspiraciones en que sabía estaba mezclado, la sangre que, según oía decir, se derramaba por obra suya, había aterrado a la pobre mujer, y deseosa de impedir que perseverara en su labor tremenda, podía haber sorprendido alguno de sus secretos, o un secreto que, no fuera suyo: ¿habría entonces, la rígida disciplina de la secta misteriosa, armado el brazo de aquel hombre y de su cómplice?
La esperanza hizo que Ulises obedeciese á Freya, deseosa de llegar cuanto antes á Nápoles. Allá abajo, en la curva de luces vecinas al golfo, estaba el hotel, y el marino lo veía como un lugar de felicidad. ¡Di que sí! susurró en el oído de ella, cortando las palabras con besos . ¡Di que será esta noche!...
Que en rescate del hijo una graciosa Mozuela tome, pide; asì pensando Cumplir su voluntad tan deseosa, Su rostro y hermosura exagerando: Y dícele: la tome por esposa, Y mientras, él está aquesto tratando, El Juan Ortiz la moza recibia, Y al indio sin su hijo en paz envia. En este tiempo ¡O cosa lastimera!
Para esto era forzoso prestar asentimiento a los deseos de aquél, ir a misa, someterse a prácticas devotas y ceder a su voluntad, como antes había cedido y se había plegado a la carencia de espíritu religioso que siempre demostraron el marido y el hijo menor. Doblegóse, pues, deseosa de evitar contrariedades, y su primer acto de sumisión fue ir a misa el domingo siguiente.
Ella, en cambio, le recibía cada vez más apasionada, más deseosa, más enferma de ansia, como si toda su alma presintiera el alejamiento y quisiese adherirse al objeto de su amor, con la crispación de una mano sobre precioso cristal que se escurre. Ya no le hablaba con aquel acento superior y feliz. Su clara sonrisa se obscureció, se llenó de miedo, semejante a un agua viva al anochecer.
Palabra del Dia
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