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Actualizado: 16 de octubre de 2025


Obdulia comprimió un chillido de mal género. Doña Petronila, extática, con la boca abierta, exclamó por lo bajo: ¡Qué hombre! ¡Qué lumbrera! Sin gran esfuerzo aparente, con soltura y gracia, el Magistral suspendió en sus brazos el columpio, que libre de su prisión y contenido en su descenso por la fuerza misma que lo levantara, bajó majestuosamente.

En ocho dias pueden admirarse las bellezas de un cielo azul y transparente, visto desde el mar; el portentoso descenso del sol que sumerge su brillante cabellera en el seno de las aguas: la espantosa y dramática grandeza del mar poderosamente irritado: en una palabra, en ocho dias puede verse lo que en treinta, que fueron los que yo empleé en mi viaje, á pesar de que el vapor era el agente de nuestra marcha.

Bajar el Magdalena es una bendición en comparación a la subida; el descenso, sobre todo en el Confianza y con la cantidad de agua que tenía el río, no dura más que cuatro días, mientras yo había empleado quince o diez y seis a la venida. Esa misma rapidez de la marcha establece una corriente de aire cuya frescura suaviza los rigores de aquella temperatura de hoguera.

Empezó a resollar; una o dos veces tosió ligeramente, pero no disminuyeron su fuerza ni la velocidad de su carrera. A las tres había pasado la Red-Mountain y comenzaba el descenso hacia el llano. Diez minutos más tarde, el cochero de la rápida diligencia Pionner fue alcanzado y dejado atrás por un «hombre sobre un caballo pinto», según expresión del conductor.

Erigida la pobreza de espíritu en virtud cristiana, por ser la condición más favorable a la admisión y a la conservación de la más maravillosa concepción humana, el descenso del espíritu crítico, así descalificado, fue la consecuencia inmediata, pero no fue suficiente en el comienzo.

Suavemente bajó la mano, no hasta su rodilla, sino hasta el mismo suelo, procurando, que el joven no sufriese rudos vaivenes en tal descenso. Luego se entregó á los barberos que invadían su cuerpo. Flimnap no iba á venir, y era inútil retardar la operación. Sintió cómo aquellos hombrecillos subían á la conquista de su rostro lo mismo que un enjambre de insectos trepadores.

La tarde fenecía y comenzaba el crepúsculo. Andrés quedó en éxtasis ante aquel semicírculo inmenso de montañas, que parecían los escaños vacíos de un congreso de dioses. En los más altos tocaban casi las nubes rojas que acompañaban al sol en su descenso. Desde las colinas a los más bajos mediaba cortísima distancia, aunque la vista suele engañar en tales casos.

Yo me resigné a seguir su ejemplo, mas no sin despedirme antes con una mirada cariñosa del esplendente panorama de la vega, contemplado entonces por desde una altura digna de las águilas. Hecho el descenso de aquella parte del brocal muy fácilmente, no tardamos en subir la ladera del cerro que seguía a la primera hondonada.

El cambio de las riberas continentales, el descenso gradual de las alturas que detenían las nubes de lluvia y de nieve, la dirección distinta que los vientos húmedos seguirán por el espacio; la división de su cuenca actual en valles distintos, y en fin, la apertura de canales subterráneos en los cuales desaparecerán las aguas, pueden tener por resultado la extinción de manantiales y la desaparición completa del arroyo.

No sea loco, Ulises... Eso no será nunca... ¡nunca! Y súbitamente engrandecida al alejarse, entró en la estación con paso altanero, sin volver la cabeza, sin preocuparse de si Ferragut la seguía ó la abandonaba. Durante la larga espera y el descenso á la ciudad, Freya se mostró irónica y frívola, como si no guardase ya memoria de su reciente indignación.

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