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Actualizado: 23 de junio de 2025


El insecto intentaba aproximarse á la torre Eiffel, y de la base de ésta surgían estampidos, al mismo tiempo que sus diversas plataformas escupían el rasgueo feroz de las ametralladoras. Al virar sobre la ciudad sonaban descargas de fusilería en los tejados y en el fondo de las calles.

Los demás, sentados alrededor de los jefes, con el oído atento y las manos en el borde de la peña, miraban al abismo. Las descargas continuaban con gran viveza, lo que revelaba el encarnizamiento de la batalla; pero era imposible ver nada. ¡Oh! ¡Cómo hubieran querido los pobres sitiados tomar parte en aquella lucha suprema! ¡Con qué ardor se hubieran precipitado al combate!

Pero necesita interrogarlas una a una, conocer sus familias, la casa donde viven, mil pormenores que parecen entretenerlo y agradarle, y que ocupan una hora de tiempo, mantienen la expectación y la esperanza; al fin les dice con la mayor bondad: «¿No oyen ustedes esas descargas?» ¡Ya no hay tiempo! ¡Los han fusilado!

No habían comenzado a oirse los primeros tiros, y Briones y su gente esperaron tendidos entre los matorrales. Martín sentía como un remordimiento al pensar que aquellos alegres muchachos iban a ser fusilados dentro de unos momentos. La señal no se hizo esperar y no fué un tiro, sino una serie de descargas cerradas. ¡Fuego! gritó Briones.

Argensola iba de calle en calle siguiendo el revuelo del pájaro enemigo, queriendo adivinar dónde caían sus proyectiles, deseando ser de los primeros que llegasen frente á la casa bombardeada, enardecido por las descargas que contestaban desde abajo. ¡No disponer él de una carabina como los ingleses vestidos de kaki ó aquellos belgas con gorra de cuartel y una borla sobre la frente!... Al fin, el taube, cansado de hacer evoluciones, desaparecía. «Hasta mañana pensaba el español . El de mañana tal vez sea más interesante

De la portada de San Nicolás salían descargas cerradas, disparos de revólvers baratos comprados el día antes por los organizadores de la romería, balazos sin dirección, que iban á perderse en la arena del paseo ó se incrustaban en los árboles.

Morales iba á seguir disparando su mauser, pero Jaramillo, que estaba, como él, con una rodilla en tierra y la cara apoyada en la culata del fusil, le dijo á gritos, para dominar con su voz el estruendo de las descargas: Es inútil que tires; no lo matarás. Ese hombre tiene un payé de gran poder. Habían desembarcado, cerca de media noche, en el muelle de la ciudad.

En cambio, de la masa insurrecta surgió de pronto el trac-trac de las ametralladoras, semejante al ruido de las antiguas máquinas de coser, el largo y ruidoso desgarrón de las descargas de fusilería, el puñetazo seco y continuo de los cañones de tiro rápido, y en unos segundos quedaron en el suelo la mayor parte de las tropas del gobierno, huyendo las restantes con un pánico irresistible.

Todos estaban en las trincheras. Las orillas eran barridas ahora por mujeres, y las descargas las efectuaban destacamentos de tiradores senegaleses. Se estremecían de frío en los días asoleados del invierno y se encorvaban como moribundos bajo la lluvia ó el soplo del mistral.

En las en que se hallaba el vejancón de la Castañalera, cada vez menos socorrido de palabra y de asuntos de conversación, solía interrumpir los largos paréntesis de silencio con descargas como ésta y dos cachiporrazos en el suelo: ¡Vaya, vaya con el bueno de don Celso que se nos quiere morir sin más ni más! No, no; pues como valga la mía, no te sales con la tuya. Eso te lo juro yo.

Palabra del Dia

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