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En aquel momento, unas pisadas fuertes resonaron en la escalera; abriose la puerta, y Hullin apareció con una linterna en la mano, pálido el rostro, los cabellos desgreñados y temblándole las mejillas. ¡Vamos, de prisa! exclamó ; no tenemos un minuto que perder. ¿Pero qué pasa? preguntó Catalina. El ruido de las descargas se acercaba.

¡Viva la Virgen! gritaban con el enardecimiento de una lucha en la que habían llevado la mejor parte. ¡A Begoña! ¡A Begoña! aullaba Urquiola agitando el revólver al frente de un grupo. Y las aclamaciones á la Virgen, interrumpíanlas con frecuentes descargas. Sin cesar en sus cánticos, hacían fuego sobre todos los que al borde de la cuesta contestaban á sus aclamaciones con gritos de protesta.

Todavía son mas crueles los pesares secretòs que las miserias públicas; en una palabra, he visto tanto y he padecido tanto, que soy maniquéo. Cosas buenas hay, no obstante, replicó Candido. Podrá ser, decía Martin, mas no han llegado á mi noticia. En esta disputa estaban quando se oyéron descargas de artillería. De uno en otro instante crecia el estruendo, y todos se armáron de un anteojo.

Por la escalera de enfrente subía en aquel momento el tío Frasquito dando el brazo a su sobrina espuria, la reina destronada de Matapuerca, que se detenía en cada peldaño para ponderarle lo terrible de su susto, lo soberbio de su dehesa, el dolor de su oreja, lo pavoroso de aquellas descargas atronadoras... ¡Prurrruumm!

A decir verdad, más de un montañés valiente, padre de familia, al ver subir aquella selva de bayonetas, a pesar de las descargas, pensó que quizás hubiera sido más prudente haberse quedado en la aldea que meterse en una aventura semejante. Pero, como dice el refrán, «cuando el vino está servido hay que apurar las copas».

Era una verdadera batalla, descargas cerradas, arcabuzazos sueltos, tiros que parecían cañonazos. Todas las armas del vecindario saludaban la salida del santo.

Y se golpeaban el pecho, mientras que al resplandor de las descargas, se veía al gitano, a caballo, y aquella figura extraña, cuyas proporciones la noche parecía doblar, se destacaba en negro con vivos reflejos de color de fuego sobre una lluvia de espuma deslumbrante de blancura.