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Actualizado: 10 de julio de 2025


En fin, en la mitad del flanco de las dos montañas opuestas, descansaban los extremos de un inmenso arco íris, el mas perfecto y luminoso que yo haya visto, echado sobre el valle y el lago, de un lado al otro, como un puente aéreo levantado para darle paso por encima del luminoso abismo á una legion de hadas ó genios invisibles.

No muy lejos del tocador, una silla forrada de reps, sobre la cual descansaban hacinadas varias prendas de vestir, masculinas. Hasta el instante de dar comienzo esta verídica historia, nada más se veía. Esperemos. Suenan por la parte de afuera algunos ruidos matinales que dejan presumir el sitio en que nos hallamos.

A lo lejos, en los valles, en las faldas de las colinas, a las orillas de los arroyos, veíanse reposando quietas y silenciosas las vacadas; los ciervos cruzaban como sombras entre los árboles, en busca de sus ocultas guaridas; las aves habían entonado ya sus himnos de la tarde, y descansaban en sus lechos de ramas; en las rozas se encendía la alegre hoguera de pino, y el viento glacial del invierno comenzaba a agitarse entre las hojas.

Nadie se lo esperaba: hace unas cuantas horas solamente, los cordobeses descansaban descuidados. Velaban solo los corazones rencorosos ó atormentados por la ambicion, enconados en las rivalidades de partidos; pero nadie pensaba que todo reino dividido tiene muy próxima su ruina.

Grave, severo como todo lo que lleva sobre el sello teocrático, no presentaba aun mas que calles de columnas con capiteles medio bosquejados, sobre cuyos arcos de herradura descansaban techumbres de madera.

El buen sentido femenil le hizo despreciar tales preocupaciones, y una noche, al regresar Maltrana a su casa, vio la habitación llena de corsés blancos y modestos, corsés de pobre, que Feli había recogido en el taller. Pasaba las horas con el busto inclinado sobre su enorme vientre, en el que descansaban los armazones de lienzo.

Mientras los pescadores descansaban tranquilamente en las tiendas, los hombres de guardia, que velaban alrededor de las fornallas, distinguieron, hacia las tres de la mañana, una luz en una altura, como a tres millas de la costa.

En mitad de la cuesta, rodeadas de pinos, había varias tumbas con cruces de madera; tumbas de soldados franceses rematadas por banderitas tricolores. Sobre estos túmulos cubiertos de musgo descansaban viejos kepis de artilleros. El leñador feroz, al destrozar el bosque, había alcanzado ciegamente á las hormigas que se movían entre los troncos.

Las viejas labradoras la miraban, unas con curiosidad y otras con odio, a través de las asas de sus enormes cestas y de los fardos que descansaban sobre sus rodillas, con todas las compras hechas en Valencia. Los hombres, mascullando la tagarnina, lanzábanla ojeadas de ardoroso deseo. En todos los extremos del vagón hablábase de ella relatando su historia.

Perucho, cuyos pies descansaban en las anfractuosidades del muro, se quedó como incrustado en él, sin osar respirar, ni bajarse, ni moverse, porque aquel hombre desconocido, mal encarado y en acecho, le infundía el pavor irracional de los niños, que adivinan peligros cuya extensión ignoran.

Palabra del Dia

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