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Actualizado: 29 de julio de 2025


Aunque el desconocido marchaba a paso vivo y le llevaba bastante delantera, D. Salvador no desesperó de alcanzarlo, y con tal objeto, empezó a apurar su mulita. De tiempo en tiempo el viajero desaparecía a sus ojos, para reaparecer más tarde, según lo desigual del camino, sin que D. Salvador ganase sensiblemente terreno.

Sus interlocutores eran doña Luz, doña Manolita, el médico, Pepe Güeto, el cura alguna vez y don Acisclo siempre. Cuando venía más gente en casa de D. Acisclo, aquella franqueza desaparecía, y la conversación, como por ensalmo y sin poder evitarlo, bajaba al nivel villafriesco. Las condiciones de entendimiento y de carácter movían a esto al P. Enrique, no por altivez, sino por timidez.

Aquel traje sórdido, que tal contraste mostraba con la elegancia, riqueza y pulcritud que ante el mundo lucía el Magistral, desaparecía concluido el trabajo, al aproximarse la hora de las visitas probables.

Soltaba un rugido la trompetería al terminar su fórmula el escribano; apoyaba sus puños el barbero en el pecho del neófito, tiraban de él los negros, y caía de espaldas en la piscina con un chapoteo que salpicaba a larga distancia. Desaparecía en el líquido turbio cubierto de vedijas de yeso.

Confesó entonces Ratón Pérez que no se había determinado á emprender aquella expedición, sin garantir suficientemente con aquella aguerrida escolta de Cazadores ligeros la persona del joven monarca que con tanta nobleza se le confiaba. De repente vió el rey Buby que desaparecía la vanguardia entera por un estrecho agujero, que dejaba escapar reflejos de tenue luz.

Mas, la risa desaparecía de los labios al pensar en lo efímera de la existencia del ser amado, y en su impotencia á presencia de la infatigable eternidad que nos arrebata. Tal fué una de mis primeras miradas hacia el mar. Tales mis ensueños empañados por el exacto augurio que me inspiraba ese combate entre el mar que veo cuando quiero, y el niño que para siempre ha desaparecido de mi vista.

Era imposible que permaneciesen tanto tiempo en la iglesia. Las mañanas que iba él a casa del padre de Paz, tenía Leocadia que quedarse acompañando al enfermo; pero doña Manuela, apenas levantada de la cama, desaparecía.

Habían minado con todos los explosivos sobrantes de la guerra el Casino, la plaza, la ciudad. Yo subí, aturdido, hasta las nubes, pero pude ver cómo desaparecía Monte-Carlo y hasta el peñón de Mónaco, ocupando el mar, con una ola gigantesca, el sitio de las tierras desaparecidas. Y cuando volví a caer... Despertó usted dijo Novoa.

Miró a todas partes en busca de algo, y, percibiendo el balcón entreabierto, se lanzó hacia él. Abrió. Vió correr entre los árboles una cosa blanca, el bulto de un hombre en mangas de camisa. No se descolgó. Saltó de un brinco al jardín, y corrió hacia él como una saeta. Mas el hombre ya llegaba a la puerta de hierro, la abría, desaparecía.

A pesar de los frecuentes fusilamientos no desaparecía el germen de sedición, y vino día en que almas del otro mundo se metieron a revolucionarias. ¡No sabían las pobrecitas que don Ramón Rodil era hombre para habérselas tiesas con el purgatorio entero!

Palabra del Dia

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