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Actualizado: 19 de octubre de 2025
Halagole la idea a nuestro joven viendo en ello un modo de despertar su actividad dormida y desahogar la mente de porción de ideas que allá le bullían acerca de los sucesos políticos y de los personajes que en ellos intervenían. Aceptó, pues, con júbilo, y Mendoza quedó encargado de dar los pasos necesarios para sacar la autorización, alquilar cuarto, buscar imprenta, etc.
Rafaela no se lo podía ni se lo quería decir a Madame Duval, por juzgar sobrado sublime su secreto para hacer partícipe de él a tan vulgar personaje. Ni podía ni quería tampoco confesarle al Padre García, por considerar su secreto profano y por no ver en él culpa acompañada de arrepentimiento. Rafaela, no obstante, sentía la necesidad de desahogar con alguien su corazón, hablando de sus penas.
Gonzalo subió al segundo paredón con un deseo irresistible de desahogar el pecho, y poner a su tío al tanto de lo que ocurría. Y eso que la condición brusca y severa de éste no se amoldaba muy bien a las confidencias amorosas. Pero la ocasión era crítica y precisa. Don Melchor, que con el peso de los años solía doblar un poco el cuerpo hacia adelante, al ver acercarse un hombre a él, se irguió.
Si encontraba hombres con bastante corazón para seguirle, formaría una partida de a caballo, dejando como un niño de teta a José María el Tempranillo. Por algo conocía la sierra. Ya podían prepararse los ricos. Abriría en canal a los malos, y los buenos sólo podrían salvarse dándole dinero para los pobres. Exaltábase al desahogar su cólera con estas amenazas.
Y no era sólo la pena de ver desaparecer para siempre a una persona hacia la cual sentía amor, afición, querencia increíble; era además una necesidad de desahogar su corazón por penas atrasadas y que sin duda no estaban bien lloradas todavía. Pronto desapareció el carro, y de Mauricia no quedó más que un recuerdo, todavía fresco; pero que se había de secar rápidamente.
El Magistral olvidado de las estrellas dejó el Espolón y subió a buen paso por la calle principal de la Colonia, en pos de los coches de Vegallana. Si no fuera por vergüenza hubiera echado a correr por la cuesta arriba. «¿Para qué? Para nada. Por desahogar el mal humor, por emplear en algo aquella fuerza que sentía en sus músculos, en su alma ociosa, molesta como un hormigueo...».
«Sí, sí, él también era hombre, podía ser rival, ¿por qué no?». No se conocía; se paseaba por el gabinete como una fiera en la jaula; comprendía que en aquel momento diría todo lo que le sugiriese la pasión exaltada, el amor propio herido.... Después le pesaría de haber hablado... pero no importaba, ahora quería desahogar. «¡Ay! no era el Fermín de antaño».
Todo lo que he podido, buena y dulce amiga.... La buena y dulce amiga, no sabiendo sobre quién desahogar la bilis que le carcomía el corazón y el cerebro, arrojó sobre su aliado una mirada feroz y con la boca contraída por una amarga risa, dijo: ¡Bobart! si no fueras tan estúpido, creería que me has hecho traición.... ¡Mi buena amiga!... ¡Bobart! tienes una cobardía que me repugna.
Estaba tan furioso el cura por lo mal que le había salido aquella compostura, y su amor propio de arreglador padecía tanto, que no pudo menos de desahogar su despecho con estas coléricas razones: «Pues sépase usted que está condenada, y no le dé vueltas: condenada». No se sabe si este procedimiento del terror hizo su efecto, porque Fortunata no contestó nada.
Este golpe de muerte fué la abolición de las matrículas y la supresión de los cabildos, decretadas por el Gobierno imperante. Creyó volverse loco con la noticia, y tardó muchos días en tragarla por cierta. Cuando no pudo negarla, no le cabía en su casa, y se largaba á la ajena, ó al Muelle, á desahogar la ira con el primer camarada que hallaba á sus alcances.
Palabra del Dia
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