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Actualizado: 11 de junio de 2025


El ingenuo buen humor de Cipriano normalizó los crispados semblantes. El contraste entre la gravedad de los actos realizados y la placidez del que los llevaba á cabo daba á su declaración un picante sabor. Con indiferencia sublime, pisoteaba las leyes y desafiaba á los poderes públicos como un héroe ó como un bandido.

El Capitán, con la cuerda de la vela en las manos, la cabeza descubierta, los cabellos al viento, y pálido, pero resuelto, desafiaba con serenidad a la muerte, que le amenazaba por todas partes, y daba con voz segura las voces de mando.

Eran hombres ocupados que tenían que madrugar. Tal médico se recogía a las diez después de perder las ganancias del día: se levantaba a las seis de la mañana, recorría todo el pueblo entre charcos y entre lodo, desafiaba la nieve, el granizo, el frío, el viento; y después de ímprobo trabajo, volvía, como con una ofrenda ante el altar, a depositar sobre el tapete verde las pesetas ganadas.

Habíamos ocupado un palco-balcón de la derecha, inmediato a aquella antigua viga blanqueada que sostenía el techo y que por su espesor desafiaba las fuerzas de Sansón mismo. Mi tía se había hecho acompañar por la señorita Fernanda, que yo estaba acostumbrado a ver con frecuencia en casa.

Su orgullo, que luchaba con la frente erguida contra toda superioridad; que desafiaba la dignidad de la nobleza, la rivalidad de los artistas, el poder de la autoridad y aun la prerrogativas del genio, se dobló como un junco ante la grandeza y la elevación de la virtud. Poco después se levantó para irse; seguía lloviendo. Tiene usted un coche a su disposición le dijo la duquesa al despedirla.

Como los buenos toreros se juzgan más seguros ciñéndose a los cuernos del toro si no pierden la sangre fría, así ella desafiaba el peligro, iba al encuentro de él confiando en que sabría salir de cualquier atolladero. Y, en efecto, su perfecta serenidad, su increíble audacia la salvaron más de una vez.

De pronto pareció estorbarle la luz y las mató todas de un soplo; luego abrió la ventana de par en par, y la muchedumbre, siempre compacta, de París, lo desafiaba, precipitándose por el bulevar entre torrentes de luz, sin detenerse un momento, sin descansar nunca, como un alma réproba condenada por Dios a una fiesta eterna.

Aunque era seguro que Emma había llegado a saber que su esposo era o había sido amante de su amiga la Gorgheggi, y hacía la vista gorda, al fin no había que estirar la cuerda; tal vez si se desafiaba su dignidad de esposa burlada, pensaba y decía a su cómplice Bonifacio, tal vez estallase la cuerda y hubiese una de pópulo bárbaro.

En nuestras cacerías del jabalí y del venado, nunca conseguí cansarle. Su amor propio era más fuerte que su complexión fortísima. Desafiaba los chubascos, el hambre y la sed... Pues vea usted aquel roble quebrarse como una caña. A los pocos meses de caer enfermo se le podían contar los huesos al través de la piel... se fue consumiendo, consumiendo... ¡Ay!...

Los Alcaparrones contemplaban el cadáver a distancia, sin besarlo, ni osar el más leve contacto con él, con el respeto supersticioso que la muerte inspira a su raza. Pero la vieja, de pronto se llevó las crispadas manos al rostro, arañándolo, hundiendo los dedos en su pelo aceitoso, de una negrura que desafiaba a los años.

Palabra del Dia

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