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El clima de Moxos, como el de todos los lugares situados bajo la zona tórrida, es tanto mas caluroso cuanto que la provincia entera solo consta de una grande llanura, ó por mejor decir, está formada por una fuerte depresion del suelo sin asperidades. Cuéntanse en ella dos estaciones totalmente distintas, que son el verano ó la estacion lluviosa, y el invierno ó la estacion de secas.

Todos rodearon a Isidro, manoseándolo, buscando en vano la herida que le arrancaba hondos suspiros. Ni rastro del proyectil. Sólo una leve depresión del cuero del zapato sobre el mismo lugar entumecido por el dolor.

La especial contextura de aquel infatigable guerrero, su alta y amplísima cavidad torácica; sus anchos y elevados hombros; sus cargadas espaldas; su cráneo característico; su ángulo facial, típico en la casa de Austria; la depresión de la boca; la prominencia de la barba por el descompasado avance de las mandíbulas: todo se apreciaba exactamente, y no en esqueleto, sino vestido de carne y cubierto de una piel cenicienta, ó más bien parda, en que aun se mantenían algunos raros pelos de pestañas, barbas y cejas y del siempre atusado cabello.....

La nulidad ó depresión de los órganos centrales que corresponden á los sentimientos; la exageracion asombrosa de los que revelan los instintos, en la parte posterior del cráneo; y las extrañas formas y sombríos perfiles de la faz y la frente, signos de la manera como obra la inteligencia en el bandido, todo eso impresiona hondamente al observador de aquella horrible galería.

Hallose D. Francisco dentro de una estancia cuyo inclinado techo tocaba al piso por la parte contraria a la puerta; arriba, un ventanón con algunos de sus vidrios rotos, tapados con trapos y papeles; el suelo, de baldosín, cubierto a trechos de pedazos de alfombra; a un lado un baúl abierto, dos sillas, un anafre con lumbre; a otro, una cama, sobre la cual, entre mantas y ropas diversas, medio vestido y medio abrigado, yacía un hombre como de treinta años, guapo, de barba puntiaguda, ojos grandes, frente hermosa, demacrado y con los pómulos ligeramente encendidos; en las sienes una depresión verdosa, y las orejas transparentes como la cera de los devotos que se cuelgan en los altares.

En cada barranco, en cada depresión del suelo, se verifica el mismo trabajo oculto, y el torrente del valle, alimentado por tanto riachuelo que baja de las alturas, reanuda su carrera, interrumpida por el frío invernal.

Alrededor de la depresión se levanta un reborde circular rodeado por un pequeño foso. Un segundo círculo concéntrico, luego un tercero, y otro y otros se forman alrededor del primero; la superficie entera del arroyo se cubre de redondeces tanto más anchas y desiguales cuanto más se alejan del centro.

Grandes grietas se abren en el suelo violentado por la tensión de los cables subterráneos que sostienen el gigante caído; el agua de lluvia se introduce por esas fisuras y las ensancha; alrededor del tronco se forma una depresión circular que facilita más el desenterramiento de las gruesas raíces.

La emoción y la sorpresa son instantáneas, pues la situación y configuración del terreno donde la masa de agua se precipita, tiene una depresión particular que no permite al viajero apreciar detalle alguno, sino todo el conjunto. Una sola visual descorre el grandioso cuadro, y el estupor invade la materia, concentrando la admiración en el espíritu.

No es ya el íntimo deleite de los estanques y acequias que aparecen, distanciados, entre los repliegues de un terreno arcilloso, bajo el cual se filtra el agua por doquiera, dispuesta a reaparecer en la menor depresión del terreno. Aquí la impresión es grande, vasta.