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Actualizado: 20 de octubre de 2025
El dependiente se creía bien retribuido, considerábase feliz pensando que hacía seis años nada más, ganaba mil quinientas. Todos los días, antes de dar su paseo matinal y emprender sus visitas de negocios, daba el duque una vuelta por el despacho de Llera, se enteraba de los asuntos y conversaba con él un rato largo o corto según las circunstancias.
La loca fortuna del principal contagiaba al dependiente, y éste, a pesar de su carácter frío, se sentía animado por el deseo de correr el azar ganando una fortuna en unos cuantos meses o arruinándose para siempre.
Aquella misma noche, casi en el momento de cerrar, entró a comprar cigarros el dependiente mayor de la casa editorial y, trabando conversación con Cristeta, le dijo sin rodeos ni ambages: ¡Ni que lo hubiera usted hecho adrede! ¡Vaya una vocecita que ha sacado usted esta mañana mientras se peinaba! En fin... ¿quiere usted salir al teatro?
Las niñas hablaban con Andresito cerca del piano, y doña Manuela, serena y en posesión de sí misma, miraba fijamente a su antiguo dependiente. La escandalizaba el desprecio con que aquel hombre hablaba del dinero, y recibía como un sangriento sarcasmo la suposición de que cuatro o cinco mil reales nada significaban para ella.
El dependiente es honrado segun os parece, tiene grandes compromisos por vuestra causa, y sobre todo es entusiasta de ciertos principios, y los sustenta con mucho acaloramiento. A pesar de todo, será bueno que no perdais de vista el negocio.
Cuando el robo no puede hacerse con violencia, se recurre a sobornar un dependiente que deje la puerta abierta, o se coloca en la casa una persona que lo haga, y que pasará en ella el tiempo necesario para acreditarse y alejar sospechas.
Los apoderados de Buenos Aires sería conveniente el que sus cuentas las rindiesen cada dos años, dándolas a los pueblos de quienes eran dependientes; y los factores las invertirían con las suyas, como ramo dependiente de ellas, exponiendo o alegando lo que de ellas le pareciese, y la junta provincial las examinaría con las del factor, y las daría giro como ya queda dicho.
En la primera comían el principal y su señora, las niñas, el dependiente más antiguo y algún pariente, como Primitivo Cordero cuando venía a Madrid de su finca de Toledo, donde residía. A la segunda se sentaban los dependientes menudos y los dos hijos, uno de los cuales hacía su aprendizaje en la tienda de blondas de Segundo Cordero. Era un total de diez y siete o diez y ocho bocas.
El blanco centauro de las llanuras, con su poncho, su facón y sus grandes espuelas, resultaba tan peligroso como el jinete cobrizo de larga lanza. Manzanares había sido dependiente en un boliche aislado sirviendo vasos de caña a través de una fuerte reja que resguardaba el mostrador de las manos ávidas y los golpes de cuchillo de los parroquianos.
¡Qué tiempos aquéllos, ¿eh, Manuela? cuando vivía el padre de éste señalando a Juan y yo era sólo primer dependiente! Entonces, aunque me esté mal el decirlo, todos los años, al hacer el inventario, quedaban dos o tres mil duritos para guardar. ¡Oh! Aunque me esté mal el decirlo... usted pilló los buenos tiempos.... ¿No es eso, Manuela? Pero Manuela se limitaba a callar y a sonreír.
Palabra del Dia
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