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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Abra usted, tiíta Silda, soy yo. Como pudo, bajó de la cama; en camisa y descalza, con el maldito reuma prendido a la cintura, y tiró del pasado. Quilito entró, arrebujado en la bufanda. Tiíta, vengo a que me dé usted veinte nacionales, pero ahora mismo, inmediatamente. Pero, muchacho, ¿qué pasa? déjame acostar... Dime, ¿para qué quieres veinte nacionales? ¡y a estas horas!
Cállate, y déjame oír... ¿Qué notas?... ¿qué? Pero ten paciencia. Aguarda... Pues esto está muy malo. Hay aquí dentro un zipizape de mil demonios. ¿Qué clase de ruido sientes? La sístole es demasiado fuerte y... Algo de eso. El empuje de la corriente sanguínea... Sí; pero prevalece un síntoma muy perro, un síntoma... ¿Cuál es?, dímelo. ¿Cómo se llama? Amor. ¡Vaya! Llamaré otro médico.
La prisión en que tan a disgusto estaba volvíale pronto a su mal humor y poniéndose muy regañón decía a su mujer: «Eso, eso, déjame solo otra vez para ir a divertirte con la bullanga de esos idiotas. ¡La lotería!, ¡qué atraso tan grande! Es de las cosas que debieran suprimirse; mata el ahorro; es la Providencia de las haraganes.
Respecto á tí y á Perla, ¡sea lo que Dios ordene! dijo el ministro, y Dios es misericordioso. Déjame hacer ahora lo que
No, no te provoco. ¿Qué me importas tú? ¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿Quién te ha dado el derecho de entrar aquí? ¡Vete, déjame!
Un secreto le dijo a su madre, y luego le dijo: «¡Déjame ir!» Pero le dijo «caprichosa» su madre: «¿y tu muñeca de seda, no te gusta? mírale la cara, que es muy linda: y no le has visto los ojos azules». Piedad sí se los había visto; y la tuvo sentada en la mesa después de comer, mirándola sin reírse; y la estuvo enseñando a andar en el jardín.
Y se levantó, del brazo de ella. Es que sé lo que tiene triste a Lucía. Déjame ir. De ningún modo vayas. Es por el bien de todos. Fue, tocó, entró. ¡Ana! Ana, casi lívida y tendiendo los brazos para no caer en tierra, estaba de pie, en la puerta del cuarto oscuro, vestida de blanco. Cierra, cierra. Se habló mucho, se oyeron gemidos, como de un pecho que se vacía, se lloró mucho.
En tu buque puedo vivir olvidada del mundo, como si hubiese muerto... Y si mi presencia te disgusta, llévame lejos de Francia, déjame en un país lejano. Deseaba salir de este aislamiento en tierra enemiga teniendo que obedecer á sus superiores, como una fiera enjaulada que recibe pinchazos á través de los hierros. La hacía temblar el presentimiento de su próxima muerte.
Luego la miró con inquietud, temeroso de que le hiciese perder una tarde tan interesante... ¿Qué decidía? ¿Se consideraba con valor para asomarse a la plaza? ¡Yévame! dijo ella con acento angustioso . ¡Sácame pronto de aquí! Me siento enferma... Déjame en la primera iglesia que encontremos.
Pepe, tengo que hablarte de una cosa muy seria , dijo el lunático marqués, con aparato de misterio, los ojos más extraviados que nunca. Aguarda un poco: déjame salir del baño. Sal pronto, que corre prisa. El marquesito se levantó de la silla donde se había sentado y comenzó a dar vueltas por la estancia con cierta agitación estrambótica, a la cual ya estaban acostumbrados sus amigos.
Palabra del Dia
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