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Actualizado: 21 de junio de 2025
Aquella especie de amistad severa y dulce, al mismo tiempo que unía a Josefina con el cura, la sirvió para una trasformación extraña; pero lo que Lázaro había provocado en la niña, más que una trasformación era el desarrollo de cuanto fecundo puede haber en el corazón humano. Poniéndola en condiciones de distinguir, casi intuitivamente, lo bueno de lo malo, cumplió la preparación necesaria en ella para apreciar la diferencia que existía entre hombres como Félix Aldea y caballeretes como los que hasta entonces había tratado. Con todo lo que de Lázaro escuchó, de sus instintos, sentimientos, ideas, y juicios, se formó Josefina una imagen que, sin reflejarse en su fantasía por entero, ni llegar a personificarse en una figura, prestó a las impresiones la suficiente cohesión para engendrar la aspiración indeterminada de un ideal en que se daban juntas y cumplidas las buenas cualidades del cura y las promesas de futura dicha, ya evocadas en el corazón de la mujer. Para realizarlas estaba Lázaro incapacitado. Ni por un momento cupo en Josefina la idea de que coexistieran en él las dos personalidades de hombre y sacerdote; pero cuanto se desprendía de su trato vino a formar algo como la fórmula de la ventura soñada, la profecía desinteresada de bienes que él no podría otorgar, pero que en él estaban visibles a los sentidos, aunque negados para siempre a la posesión o al goce.
Además de otras muchas reflexiones satíricas, contiene esta pieza una descripción muy acre de Roma, digna en verdad de ser citada, ya por su rareza en la literatura española, ya porque nos explica la suerte que después cupo á la Propaladia, llamando hacia ella la atención de la Inquisición.
El cantor anda de pago en pago, «de tapera en galpón», cantando sus héroes de la pampa perseguidos por la justicia, los llantos de la viuda a quien los indios robaron sus hijos en un malón reciente, la derrota y la muerte del valiente Rauch, la catástrofe de Facundo Quiroga y la suerte que cupo a Santos Pérez.
Huérfana también de padre, sin protección de parientes ni de amigos, las autoridades tuvieron que buscarle acomodo, y así le cupo en suerte ir á parar á casa de una tía de mi madre, señora principal y rica que la tomó bajo su amparo. Podría tener á la sazón catorce años, pero nadie la hubiera dado más de diez, tan chiquitina y flacucha era.
Tengo entendido que los habitantes de la ciudad se glorían mas de producir mucho vino y aceite, que del honor que le cupo á Tarragona de ser en tiempos mas ortodoxos el asiento de mas de cien concilios. Un excelente ferrocarril de 13 kilómetros de trayecto, construido por una compañía francesa, y acaso el mas lujoso de España, liga á Tarragona con Reus, pasando por el pueblo de Vilaseca.
Con esta última página está sucediendo lo que con el primer número de La Edad de Oro; que no va a caber lo que el amigo de los niños les quería decir, y es que en el número de agosto se publicará una Historia del Hombre, contada por sus casas, que no cupo esta vez, historia muy curiosa, donde se cuenta cómo ha vivido el hombre, desde su primera habitación en la tierra, que fue una cueva en la montaña, hasta los palacios en que vive ahora.
Ni cupo mejor suerte á las cornisas. Cortadas y retorcidas de mil maneras, habrian parecido harto desabridas y monótonas á los innovadores si se hubiesen conservado en ellas la direccion recta y una sola moldura por picar.
No sabíamos si este cutter estaba avisado por el otro buque que nos había dado caza anteriormente, pero pronto no nos cupo duda al ver al crucero grande acercarse a nosotros. La serenidad del capitán no se desmintió en aquel instante. A medida que avanzábamos hacia los dos barcos ingleses, fué diciéndonos lo que nos convenía declarar y lo que teníamos que ocultar en beneficio común.
Coquelin se entusiasma, grita, llora; su corazón, su gran corazón, donde cupo «Cyrano», estalla de júbilo. Rostand le escucha conmovido: ¿es posible que aquella comedia sea su obra mejor? Al principio duda; luego, poco á poco, dignamente, se deja persuadir y ofrece al actor emprender sin pérdida de tiempo la corrección de «Chantecler».
Era una novela francesa que no pudo tener en las manos porque Ventura se apoderó de ella al instante y se fué a su cuarto. No le cupo duda de que el libro traía entre sus páginas alguna carta. Se propuso entonces no dormirse aquella noche y saber de una vez la verdad. Después de comer cosió un rato mientras Ventura leía a la luz del quinqué.
Palabra del Dia
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