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Actualizado: 28 de junio de 2025


Uno nació en Andalucía, otro en Castilla, otro en Cataluña... cada permuta, cada traslado, era señal de un alumbramiento de Manuela, bondadosa y pacífica mujer de carácter apático, que parecía venida al mundo para cuidar una casa y poblar un reino.

¡Pero, tonto! ¡si yo sólo te quiero a ti! ¡Si estoy chalaíta por mi cortijero y aguardo como quien espera a los ángeles el momento de ir a Matanzuela pa cuidar a mi aperador salao!... Ya sabes que yo podría casarme con cualquiera de esos señoritos del escritorio que son amigos de mi hermano. La señora me lo dice muchas veces.

LA ENFERMERA. ¡No, hija mía...! Cuando haya cuidado usted a algunos heridos se iniciará en el flirteo, que acerca al enfermo a su ángel de la guarda. Todas estas viejas hadas, la generala de las enfermeras y la marquesa de las parlanchinas, no saben lo que es cuidar hombres.

Y diciendo y haciendo, tragó dos chupadas de su colilla, arrojando después el humo por boca y narices con la abundancia y facilidad de una chimenea de vapor. El señor desconocido le miraba cada vez con mayor curiosidad. Y ¿á qué te dedicas ? Á cuidar el bote del tío Bandiate. ¿Y nada más? También soy raquero. ¡Hola, hola! ¿Y qué tal el oficio?

Los yerbales que se cultivan junto a los pueblos se han dejado casi perder, no haciendo otra cosa que sacarles cuanta utilidad han podido, sin cuidar de reponer con nuevas plantas las que se iban perdiendo o envejeciendo, por aplicar la poca gente que había quedado a otras labores, de que en el mismo año se recoge la utilidad.

Ella, como las otras jóvenes de su clase, veía en la unión con el hombre un medio de independencia, sin que el corazón llegara á interesarse. Iría á administrar otro hogar, como su madre dirigía el suyo: á cuidar á un marido que trajese dinero á casa, y alguna vez, abandonando los negocios, entrara un momento en su salón.

¿Todos? Todos. Pero, ¿y mi padre? Toma, el pobre señor arriba. Como usted entró corriendo... no le dije . La señora, don Tirso y la señorita salieron a cosa de las cuatro, diciéndome que tuviera cuidao... y hasta ahora. ¡Figúrese Vd. qué iba a cuidar! Si me hubieran dao el picaporte... quié icir que podría haber subido por si el señor nesecitaba algo.

La completa ociosidad es incomprensible. La mujer está obligada a cuidar de que no se desperdicie la hacienda de la casa, ya que no contribuya a acrecentarla, etc., etc. En fin, que la causa de los disgustos domésticos era esta irremediable holgazanería de la señora. D.ª Esperanza era muy diversa de su hija.

De pronto, el español don José se indignó con aquella inhumanidad, y dijo que Cristo nos mandaba cuidar de los enfermos y consolar a los tristes. Nosotros le oíamos burlonamente y le decíamos: Anda, vete . Don José, con gran sorpresa nuestra, se metió en la enfermería a cuidar a los enfermos.

Así es que yo siempre digo, el señor Haz-tu-gusto es el mejor marido y el solo a que deseo obedecer. Yo que no es agradable cuando se ha estado acostumbrado a vivir holgadamente y a cuidar los barriles de cerveza, así como otras cosas parecidas, el ir a meter las narices en casa ajena o sentarse sola a la mesa, delante de un cogote de carnero o de un jarrete de buey.

Palabra del Dia

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