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Ya escribí la otra carta, para que no te veas en el compromiso de leer ésta delante de tus tías, y así será en lo de adelante. Dos cartitas: una para y para todos, otra para... «mi Rodolfo». Cuida mucho de tus tías, particularmente de doña Carmelita. Piensa que la pobre está muy enferma, muy nerviosa, y necesita cariño y amor. Ya les escribo cuatro renglones.

Tiene una muchacha decían sus camaradas que le arregla y le cuida: una verdadera ganga, y además, guapa. ¡Qué suerte la de ese chico!... Y comentaban el astuto recelo de Maltrana, que, conociendo la lengua libre y las audacias de la tropa menuda de sus amigos, cuidábase de ocultarles su domicilio.

¡Oh! dijo profundamente ; la ha deslumbrado, la ha engañado, se la ha llevado consigo para que no hable: ¿quién será este hombre que tan villanamente obró conmigo aquella noche funesta, y que con tanta hidalguía cuida de que nadie, ni el aire pueda sospechar de ? ¡Oh, Dios mío! ¡Dios mío! ¡si fuera el rey!... dicen que el rey es muy dado á las mujeres, muy enamoradizo... pero el rey no se recataría tanto... no, no... ¿quién será, Dios mío? ¿quién será?

Juzgamos conveniente alterar los nombres de los principales personajes de esta tradición, pecado venial que hemos cometido en La emplazada y alguna otra. Poco significan los nombres si se cuida de no falsear la verdad histórica; y bien barruntará el lector qué razón, y muy poderosa, habremos tenido para desbautizar prójimos.

No sin fundamento algunos han llamado á la opinion Reyna del mundo, por lo poco que se cuida de averiguar con certeza la verdad. El vulgo ínfimo que suelen llamar de escalera abaxo, es en esto de mejor condicion que el vulgo alto, que llaman de escalera arriba.

Las mujeres sólo tienen que preocuparse por unas horas del acto maternal, é inmediatamente vuelven á sus trabajos, sin guardar huella alguna del accidente. Mi colega el profesor de Física debe estar á estas horas trabajando en su laboratorio. Pero ¿quién cuida á los hijos? preguntó el gigante. Les cuidan los varones, como es su deber.

Pero Alicia con su habitual modestia, creyendo siempre, cuando hay un joven en nuestra sociedad, que lo seduce con su encanto, se hacía ilusiones y esperaba que se le declarase. Ahora ha comprendido que para que Martholl se fije en su graciosa persona, tiene que trabajar mucho; entonces, antes de su partida, va a jugar fuerte. ¡Cuida tu grano, querida!

Vive constantemente con Isidora, y esta le aprecia mucho. Crece el niño de Isidora. Es bonito y sabedor, pero tiene la cabeza muy grande. Don José le pasea, le mima, le cuida, le viste, le canta.

Nadie se cuida de los millonarios, y helos ahí teniendo que fundar escuelas y hospitales y que distribuir su dinero en obras de beneficencia. ¡Pobres millonarios! Hasta hace poco, su desamparo se explicaba por su rareza. Los millonarios eran escasísimos y no podían imponerse. Pero las cosas han cambiado, y hoy, en Bilbao, ¿quién no está ya en el tercero o cuarto millón?

Tía que le cuida, mujer guapa que le mima también y que se mira en las niñas de sus ojos... Como que es la verdad... Carambita, pues si yo tuviera una mujer así...». Al llegar a esta parte de la reprimenda que Segismundo le espetaba más en serio que un ladrillo, Rubín se había tranquilizado tanto, que casi estaba dispuesto a oírle con benevolencia y hasta con jovialidad.