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Actualizado: 1 de julio de 2025


Los sabe de asombros, de encantos y de amores; y todos éstos son serios. Para lo cómico y jocoso atesora una infinidad de chascarrillos picantes. Siendo yo pequeñuelo, no me hartaba nunca de oír cuentos que me contaban las criadas de casa. El más bonito, el que más me deleitaba era el de doña Guiomar, cuyo argumento, en lo esencial, es el mismo del drama indio de Kalidasa, titulado Sacuntala.

Las mujeres dormitaban en los rincones, o formando corrillos oían cuentos de brujas y milagros de santos con un silencio religioso. ¡El amo! dijo el aperador al entrar. ¡Arriba! ¡Arriba! ¿Quién quiere vino? gritó alegremente el señorito. Todos se pusieron de pie, sonriendo a la inesperada aparición.

En aquella época, Yurrumendi era nuestro modelo; solíamos andar, como él, balanceándonos con las piernas dobladas y los puños cerrados, y fumábamos en pipa, aunque yo, por mi parte, a los dos chupadas no podía con el mareo. Cuando nuestro amigo, el viejo lobo de mar, estaba más alegre que de ordinario, contaba cuentos.

Y mientras Ana los gustaba, Petrona Revolorio, con el chal cruzado, se sentaba a sus pies «no por servicio, sino porque le había cobrado afición» y le hacía cuentos.

Se me figura que este arroyuelo forma el límite entre dos mundos, y que nunca más has de encontrar á tu Perla. ¿Ó acaso es ella una especie de duende ó espíritu encantado á los que, como nos decían en los cuentos de nuestra infancia, les está prohibido cruzar una corriente de agua? Te ruego que te apresures, porque esta demora ya me ha puesto los nervios en conmoción.

Recogió las armas, hasta las astillas de la lanza, y liólas sobre Rocinante, al cual tomó de la rienda, y del cabestro al asno, y se encaminó hacia su pueblo, bien pensativo de oír los disparates que don Quijote decía; y no menos iba don Quijote, que, de puro molido y quebrantado, no se podía tener sobre el borrico, y de cuando en cuando daba unos suspiros que los ponía en el cielo; de modo que de nuevo obligó a que el labrador le preguntase le dijese qué mal sentía; y no parece sino que el diablo le traía a la memoria los cuentos acomodados a sus sucesos, porque, en aquel punto, olvidándose de Valdovinos, se acordó del moro Abindarráez, cuando el alcaide de Antequera, Rodrigo de Narváez, le prendió y llevó cautivo a su alcaidía.

Acuden los soldados, como vieron Caer su Capitan con el caballo; De presto en otro al punto le pusieron; Procuran al real luego llevallo. Los bárbaros al punto se huyeron; La trompa á recoger toca: dejallo Conviene al enemigo. En estos cuentos Murieron, segun , mas de doscientos.

D. Jaime entonces varió de táctica: ya que no podía seducirla con los halagos, intentó corromperla con las palabras. Principió con los cuentos verdes, que Rosa escuchaba sin comprender la mayor parte de las veces, bien que él entonces cuidaba de explicárselos.

Yo me quitaba de cuentos, y al que no bajara la cabeza, le mandaría prender, y después... Si esos señores no quieren más que gobierno absoluto... En cambio otros, los menos por cierto, se expresaban así: ¡Magnífico ejemplo de dignidad ha dado el obispo a sus compañeros! Humillar el poder real ante cuatro charlatanes... Veremos quién puede más decían unos.

Bástenos con aspirar a divertir o a conmover agradablemente, no a la humanidad toda sino a unos cuantos miles de individuos, que forman nuestro público y que tienen el bueno o el mal gusto de entretenerse leyendo las novelas y los cuentos que escribimos.

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