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Actualizado: 23 de noviembre de 2025
Tiene usted razón; no hay nada más estúpido que fiscalizar el trabajo de los artistas. Alegrémonos del resultado de sus esfuerzos cuando nos lo ofrecen y no les persigamos con nuestras prisas. La de Peñarrubia frisaba ya, como sabemos, en los cuarenta. Fisonomía bastante ajada, aunque no desprovista de belleza; pintado el rostro y teñidos de rubio los cabellos.
Era mujer de cuarenta y tantos años, gruesa, ex guapa, en buen estado de conservación, aunque algo ajada, y con más experiencia de los hombres de la que a don Quintín hubiera entonces convenido.
La sotana de merino lustroso, como barnizado; el vivo del alzacuello, una pinceladita de morado ardiente, casi carmín; el afeitado de bigote y barba, color violeta y azulenco pálidos; el resto del rostro, rojo vehemente y bruñido; los ojos, profundos y negros. No tendría arriba de los cuarenta años, si llegaba.
Manuel, cuarenta; y yo, antes te lo he dicho, dieciocho cumplidos. Pues no me digas más. No te has equivocado. A los dos días de estar allí, comprendí que me había metido en la boca del lobo. Pero ¿quieres decirme qué defensa tenía? ¿Qué hacer ni dónde ir?
No costaba mucho trabajo reconocerlas como dos piraguas de isleños, pues son bien distintas de las nuestras. Consisten en troncos de árboles ahuecados de unos cuarenta pies de largo, con cubiertas provistas de barandas de bambú.
En otros tiempos Van-Stael, que gozaba fama de valiente hombre de mar, había navegado por su cuenta y en nave propia, dedicándose a la pesca del trépang; pero a los cuarenta años, cuando ya se creía suficientemente rico para acabar su vida entre comodidades en alguna ciudad del Extremo Oriente, tuvo la desgracia de arruinarse.
Son el hombre ideal, el «artista», tal como lo veían las señoritas sentimentales de hace cuarenta años, pero con uniforme color de mostaza y el aire tranquilo y audaz de los que viven en continuo roce con la muerte. Siguen hablando.
¡Cerca de los cuarenta años, con un pasado que era toda una historia, sentir esta pasión tan vehemente, tan juvenil!... ¡Creer todavía en el amor! Miguel la miró con unos ojos que casi eran de odio.
DULCE DE HIGO. En todo es igual al anterior, con la sola diferencia de que antes de poner a cocer los higos han de estar cuarenta y ocho horas en agua fría, cambiando ésta cada doce horas. PASTA DE HIGOS. Se hace como la anterior, sino que a los higos hay que quitarles la piel antes de cocerlos.
Rafael Cortés de Gabriel, alias cap alt de oficio botiguero; natural y vecino de esta Ciudad, de edad de cuarenta y dos años, reconciliado y preso segunda vez por judaizante.
Palabra del Dia
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