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Había dormido bien aquella noche, y acababa de comerse en el buffet del tribunal una ración de jamón con guisantes. Sólo quedaban por llamar media docena de testigos, cuando el presidente tropezó, de pronto, con una dificultad imprevista. ¿Quiere usted prestar juramento? ¡No! respondió una voz femenina.

Don Pedro de Mendoza fué soldado Cuando hubo disencion entre Supremos, Y al tiempo de pillar hinchò la mano; Mas todo su trabajo salió en vano.

Cualquiera de mis hazañas anteriores bastaría para que me fusilasen: no merezco menos... Además, me inspira temor la venganza de los míos. Conozco los procedimientos del «servicio» cuando necesita deshacerse de un agente incómodo que está en tierra enemiga.

¡Hombre, por Dios! ¿Quién dice? ¿El Duque de Sexto? Usted se empeña en no pasar del año de la Nanita. Si eso es del tiempo de la guerra de África, Sr. de Ponte, o poco después afirmó el de los caracoles . Yo me acuerdo... cuando la unión liberal... Era Ministro de la Gobernación D. José Posada Herrera.

De seguro que ninguno de ellos había tenido nunca padre ni madre, ni Lilí, ni sacado en todos los días de su vida un solo premio... Cuando él fuera grande había de ahorcar a todos los empleados del resguardo, colgándolos como los chorizos que había visto una vez en la chimenea del capataz del Encinar, allá en Extremadura... ¡Y todavía, al doblar la esquina de la Universidad, se atravesó un coche, y después un carro de mudanzas y luego un gran ómnibus, y hubo que perder otros tres minutos!

La bruma, el humo, el mismo aturdimiento de nuestras cabezas, nos impedía distinguir si eran españoles o enemigos; y cuando la luz de un fogonazo lejano iluminaba a trechos aquel panorama temeroso, notábamos que aún seguía la lucha con encarnizamiento entre grupos de navíos aislados; que otros corrían sin concierto ni rumbo, llevados por el temporal, y que alguno de los nuestros era remolcado por otro inglés en dirección al Sur.

Por de pronto le dejé en dudas y no aguardé a más. Pero ¡ay, Leto! cuando salí a la mesa... figúrese usted con qué ánimos saldría y con qué ganas de comer y con qué trazas; pues, por mucho que quise componerme y arreglarme de manera que se borraran las marcas de lo pasado, ¡eran tan hondas!

Punto en boca, amigo Maltrana: me perdería usted ante el jefe si éste llegase a saber que el prólogo lo ha hecho otro que yo. No tendría confianza en mi, y a usted le conviene que la tenga... Cuando seamos Poder... ¡Ya verá usted cuando seamos Poder! Con estas esperanzas pretendía halagar a Maltrana para que guardase silencio.

Cuando llegaron los primeros del acompañamiento a la puerta de la justicia, que era la principal entrada de la Alhambra, se fueron derramando, aunque en orden, por aquellas inmensas alamedas de álamos y almeces, hasta que los doce eunucos del Sennaar entraron por las puertas del Alcázar el tesoro, o más bien dicho, la divinidad que conducían.

Tenía alucinaciones; algunas noches, cuando cerraba los ojos molestado por la luz reglamentaria, a la que en catorce meses no había podido acostumbrarse, le atormentaba la estrafalaria idea de que, durante el sueño, sus enemigos, aquellos que querían matarle y a los que no conocía, le habían vuelto el estómago del revés. Por esto le atormentaban con crueles pinchazos.