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Aqui será mi Pira, aqui mi rogo, Aqui será QUINCOCES sepultado, Que tuvo en su crianza Pedagogo. Esto dixo el mezquino, esto escuchado Fue de la diosa con ternura tanta, Que volvió á componer el verdugado.

Á muchos Capitanes pesó oir esta respuesta, así por no haber hecho caso dellos, como porque les paresció que se pudiera ver la carta entre todos y responder con el comedimiento que era razón, pues la crianza y cortesía no impidió jamás el combatir.

La verdad es que ya tienes tiempo para haber aprendido un poco de crianza... ¡Cuidado que se necesita no tener un adarme para quedarse hecho una estaca cuando una persona decente, cuando un caballero, nos hace el favor de preguntarnos cómo estamos! Yo, viéndola tan irritada, traté de calmarla con algunas frases de disculpa.

Es un axioma que en el juego se conoce la buena educación. Había allí muchas personas muy bien educadas, pero como reinaba la mayor confianza solía oírse frases como estas: Le digo a usted, que me lo ha dado usted. Yo le digo a usted, que no. Yo le digo a usted, que . Pues miente usted. Valiente crianza tiene usted. Mejor que la de usted.... Se trataba de un duro falso.

8 Amor vencido de amor, de D. Juan Vélez de Guevara, D. Juan de Zavaleta y D. Antonio de Huerta. 9 Á lo que obligan los celos, de D. Fernando de Zárate. 10 Lo que puede la crianza, de Francisco de Villegas. 11 La esclavitud más dichosa y Virgen de los Remedios, de Francisco de Villegas y Jusepe Rojo. 12 Lorenzo me llamo, de Juan de Matos Fragoso.

Lo que era una catarata de mala crianza, según doña Paula, la madre del Provisor, que nunca había querido pagarle las visitas. Pero catarata, cascada, torbellino, todo lo era con cuenta y razón. Su aturdimiento era obra de un estudio profundo y minucioso: se aturdía mientras su ojo avizor buscaba la presa... algún dije, una golosina, cualquier cosa menos dinero.

Por esta vez pase, porque es usted aplicado y sabe la tabla de multiplicar; pero la sabiduría es poca cosa cuando no va acompañada por la buena crianza. No olvide usted esto, señor de Llopis.

En dos ocasiones habían intentado la madre y la hija ir a visitarme; pero como yo nunca paraba en casa... Porque esa visita la creían ellas muy puesta en razón: sin contar con lo que pedía la buena crianza, éramos parientes; ¡vaya si lo érarnos! Por los Ruiz de Bejos un poco, y por los Castañaleras, más de otro tanto.

El no se turbaba ante esta aglomeración: hallábase acostumbrado a mayores conflictos en su «larga vida política». ¡Haiga orden, ciudadanos, y un poquito de crianza! ¡Que no se diga del cuarto estado!... A cada uno se le dará según el orden de la discusión y los derechos de su autonomía al respetive.

Por ejemplo, si hago un papel de juez, aunque esté delante de señoras o en casa ajena, no me quitaré el sombrero, porque en el teatro la justicia está dispensada de tener crianza; daré fuertes golpes en el tablado con mi bastón de borlas, pondré cara de caballo, como si los jueces no tuviesen entrañas... No se puede hacer más.