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Llevando, pues, por canon y norma de mi conducta los eternos principios del derecho y no las máximas prácticas de los políticos al uso, que no son sino reglas para explotar en su provecho las miserias de la corrupción humana y alcanzar el poder, objeto de sus afanes, me presento ante vosotros solicitando vuestro libre é inteligente sufragio para representaros en el Parlamento.

Eso hacía, sin darse cuenta de que tomaba parte en aquellos furores de lubricidad con aires de pasión, la lascivia, la corrupción de su temperamento fuerte, extremoso y de un vigor insano en los extravíos voluptuosos.

Exponer sus prestigios, sus méritos, su porvenir entero es el heroísmo moderno más alto y más noble. Tocole vivir una época de bizantinismo desenfrenado, en que la corrupción lo invadía todo y los valores morales se cotizaban en moneda nacional. Un pueblo de caballeros en que no abundaba la hombría de bien, es decir, un pueblo de respetables ladrones.

En vano mis camaradas y yo predicábamos contra la corrupción. El vulgo y la nobleza se nos reían en las narices. Nosotros nos vengábamos con hablar de la santa vida de Parsondes y con ponerla en contraposición de la vida que ellos llevaban. Así iban las cosas, cuando una mañanita Arteo me hizo llamar muy temprano a su presencia.

Es más probable que sanni sea corrupción de Gianni, esto es, Juan. Pollux, Onomast. lib. IV, cap. 18, segm. 117. Riccoboni, tomo II, pág. 317. En Ficoroni, Le maschere sceniche e le figure comiche degli antichi romani, pág. 48, se ve un grabado de la estatuita de un macco, viva imagen de Polichinela, hallada en el año de 1727. Conc. Turon. III, can. 7.

Y los miraba de hito en hito. El abogado se acariciaba el abdómen con cierta complacencia de epulón, y Linares bajaba los ojos humildemente, y enclavijaba las manos larguiluchas y exangües, como diciendo: «¡Soy un gran pecadorPues bien: corrupción siempre la hubo, aquí en esta levítica ciudad, y en Pluviosilla, y... vamos, ¡en todas partes! Vagos y ociosos no faltan en parte alguna.

Aumentada despues la corrupcion, los celos de los príncipes introdujeron la bárbara costumbre de que fuesen hombres mutilados los que guardasen el aposento de sus esposas, pues de este modo, alejados de toda idea de seduccion, se creía que servian con mas amor y fidelidad á su dueño.

JUANA. ¡Jesús! el renegado no ha querido un fraile y se hace acompañar por un sacerdote. ¡Qué corrupción! UNA VOZ. ¿Se han fijado, señores, cómo va vestido? JUANA. Todo de negro... ¡Jesús y qué desvergonzado! En lugar de pensar en la eternidad va oliendo una ramita de jazmín... UN HOMBRE. El infame no parpadea siquiera. ¡Muera! ¡muera!

Sin conexión alguna con el Buró de Educación del Gobierno de Filipinas he discurrido en la forma en que acabo de hacerlo, no para defender las escuelas laicas de una acusación injusta e injustificable, no para atacar a personas ni a ideales religiosos ni políticos, sino para contribuir a extirpar una de las bases, una de las causas más fuertes de la criminalidad, de la corrupción, de la formación de individuos inútiles y nocivos a la sociedad: ¡la superstición!

Proseguían mientras tanto en las iglesias las representaciones dramáticas con todos los abusos inherentes á ellas, y llegó á tal extremo el desorden, que había intentado corregir Alfonso X, probablemente á consecuencia de la corrupción de la disciplina eclesiástica, que tomó mayores proporciones que antes.