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Actualizado: 5 de mayo de 2025


España se cubrió de conventos. En Madrid, por ejemplo, donde los Reyes Católicos, de cuya piedad no se puede dudar, habían creado sólo tres, y Carlos I no más de cinco, Felipe II fundó diecisiete, Felipe III catorce y Felipe IV otros tantos. Lo que sucedía en las comunidades de mujeres no se puede referir limpiamente.

En las ciudades no había más establecimientos prósperos y ricos que los conventos y los hospitales. La antigua industria había desaparecido. Segovia, famosa por sus paños, que ocupaba en su fabricación cerca de cuarenta mil personas, apenas si tenía quince mil habitantes, y tan olvidados de tejer la lana, que cuando Felipe V quiso restablecer la fabricación tuvo que traer obreros alemanes.

Residí en varios conventos, y con gran placer recuerdo los hermosos días de soledad que pasé en el pintoresco Desierto de Tenancingo, en donde sólo me inquietaba la amarga pena de ver que perdía en el ocio una vida inútil, el vigor juvenil que siempre había deseado consagrar a los trabajos de la propaganda evangélica.

Vio cómo una revolución echaba abajo los conventos de la Magdalena y la Merced; cómo un motín quemaba el Mercado Nuevo, que era de madera, y cómo las tiendas, agrandando cada vez más sus puertas, saneando sus interiores, atraían al público con grandes escaparates, y en materia de alumbrado pasaban del aceite al petróleo y de éste al gas.

Y mientras salía del cuarto y Maximina se ponía a asearlo, charlaban alegremente. Miguel la embromaba con el convento: ella se defendía negando que tuviese por entonces intención de encerrarse en él. Sin embargo, al través de estas negativas se traslucía que acaso con el tiempo llegase a realizarlo. Un día poniéndose serio le dijo: No soy partidario de los conventos.

¿Y estarías a gusto presa entre cuatro paredes? Bien presa vivo yo desde que acuerdo.... Siquiera los conventos tienen huerta, y vería uno árboles y verduras que le alegrasen el corazón. Altos impulsos de la heroína

Las mujeres de suyo son curiosas, y bastaba que les estuviese vedado entrar en claustros para que todas se desviviesen por pasear conventos. No había, pues, en el siglo pasado limeña que no los hubiese recorrido desde la celda del prior o abadesa hasta la cocina.

Si algún día se ocupan de conventos, será para echar fuera a los frailes y vender luego los edificios... Pues yo no los compraría. ¿Por qué? Porque esas casas son de Dios, y el que se las quite se condenará. ¿Qué es eso de condenarse? Me río de vuestras simplezas. Pues, hijo, adelantado estáis.

En la actualidad goza el rector de 300 rs. mensuales, que cobra por el habilitado del E. M. de la plaza. Sin asignacion para jocalias y culto, abolido además el diezmo y la primicia, necesariamente debe reinar la miseria en un templo que podia haberse enriquecido con los despojos de los conventos.

Había pues que salir huyendo de aquel tan concurrido paraje, por las molestias del piso y por el hedor, y, dejando á un lado los sucios paredones de las huertas de los conventos de San Francisco y de San Buenaventura, cuya irregular traza formaba estrechos, tortuosos y terrizos callejones, para entrar por la famosa calle de las Sierpes, pero ya en ella tampoco sería extraño el hallar á cada paso montones de basura á las puertas de menestrales ó posaderos, ó bien en forma de artísticas pirámides, arrimados á los rincones que formaban los entrantes y salientes de las casas y conventos de las Mínimas y de Pasión, muy apropiados para que los vecinos vertiesen las inmundicias y «vestiglos» que así llamaban entonces á los animales muertos, no obstante que habia persona á cuyo cargo estaba el recogerlos.

Palabra del Dia

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