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Actualizado: 1 de mayo de 2025
«Esas lágrimas que usted derrama, ¿son de arrepentimiento sincero? ¡A saber...! Si usted se nos arrepintiera de verdad, pero de verdad, con contrición ardiente, todavía esto podría arreglarse. Pero sería preciso que se nos sometiera a pruebas rudas y concluyentes... esta es la cosa. ¿Volvería usted a las Micaelas?». ¡Oh!, no señor replicó la pecadora con prontitud.
El horror de la tempestad que continuaba y crecía, las frases tremendas con que el padre fustigaba los vicios y con que describía las penas eternas que Dios justiciero les impone y tal vez asimismo el devoto cuadro de Lucas Jordán, que en aquella iglesia se parecía, representando a la Magdalena a los pies de Cristo, todo compungió por tal arte a la bella pecadora, penetrando en sus entrañas como agudas saetas de fuego, que se llenó de atrición y aun de contrición, sintió que el Altísimo la llamaba a sí y como por milagro quedó convertida.
26 Igualmente yacerán ellos en el polvo, y gusanos los cubrirán. 27 He aquí, yo conozco vuestros pensamientos, y las imaginaciones que contra mí forjáis. 28 Porque decís: ¿Qué es de la casa del príncipe, y qué de la tienda de las moradas de los impíos? 30 Que el malo es guardado del día de la contrición, del día de las iras son llevados. 31 ¿Quién le denunciará en su cara su camino?
Por eso el espíritu no envejecía: era el estómago, el pícaro estómago el que no hacía caso de la fervorosa contrición del pobre hombre. ¡Y que le dijeran a don Saturno que la materia no es vil y grosera! Aquel día había recibido antes de comer un billete perfumado de su amiguita Obdulia Fandiño, viuda de Pomares. ¡Qué emoción!
Obedeció sumisa la muchacha, y de hinojos, abatida y suspirante, leyó el primer día: «Muchas veces por falta de espíritu se queja el cuerpo miserable. Ruega, pues, con humildad al Señor que te dé espíritu de contrición y di con el profeta: «Dame, Señor, a comer el pan de mis lágrimas, y a beber con abundancia el agua de mis lloros....»
La Virgen se fue y volvió con una copita de oro en las manos; se la dio al niño y le dijo: «Ve a buscar a tu padrino y dile que llene esta copa de lágrimas de contrición, y entonces podrá entrar contigo en el cielo. Toma estas alas de plata y echa a volar.» El ladrón estaba durmiendo en una peña, con el trabuco en una mano y un puñal en la otra.
A través de la puerta cerrada oíanse a veces los sollozos de Diógenes, y escuchábanse otras los gritos de horror que él mismo se inspiraba a sí mismo, seguidos del llanto de la contrición, desolado, abundante, pero dulce y sin amargura, como lo es el de todo dolor que se apoya en la fe y en la esperanza.
Al punto cesó el delirio y volvió en sí el enfermo, de suerte que el Padre tuvo tiempo para instruirle en los divinos misterios y lavarle con las santas aguas del bautismo; y sugiriéndole afectos de contrición y esperanza en Dios, espiró en breve. El día siguiente ordenó una devota procesión para obtener para aquella pobre gente el remedio de su calamidad.
Porque resultaba victoriosa, en el fondo, puesto que Roussel había tenido que hacer acto de contrición, y en la forma, porque obtenía públicamente el laurel de la victoria. Tuvo un instante de orgulloso delirio y cuando Roussel la besó con galantería el extremo de los dedos murmuró: ¡Ah! Roussel, si hubieras querido!
«El Padre Nones va a venir dijo la santa ; le mandé recado al salir de casa. Prepárese usted, hija mía, poniendo el pensamiento en Nuestro Señor Jesucristo; y como le pida perdón de sus pecados con verdadera contrición, se lo dará. ¿Se lo ha pedido usted?». Fortunata dijo que sí con la cabeza. «Mi amiguita se ha enterado del regalo que usted le ha hecho, y está tan agradecida.
Palabra del Dia
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