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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Sin fijarse desde luego en el desorden en que se hallaba Juana, fue hacia ella con el paso rígido de un espectro y dijo clavándole la vista: ¡Su marido se bate mañana con mi hijo! Lo sé contestó Juana ; acaba de decírmelo. ¡Ah! replicó amargamente la anciana señora . ¿Acaba de decírselo? ¡Es el acto de un cobarde! Sí, pero usted, ¿cómo lo sabe?
Yo nada la pregunté, nada la dije; Amparo, con la fuerza de voluntad que Dios la ha dado, se serenó, y nada me dijo del retrato, ni de mi sorpresa involuntaria; dejé pasar algunos días, y a la primera confesión la dije: Tú sufres, Amparo. Tengo el alma triste, me contestó. ¿Tienes triste el alma porque amas?
Puñales, ¡tambien es contentarse! exclamó el P. Camorra; en el vapor por poco nos pegamos de cachetes: porque es bastante insolente, ¡le dí un empujon y me contestó con otro! Hay ademas un tal Macaragui ó Macarai... Macarai, repuso el P. Irene terciando á su vez; un chico muy amable y simpático.
EL MORENO 1078 no galope, que hay aujeros, le dijo a un guapo un prudente le contestó humildemente: la noche por cantos tiene esos ruidos que uno siente sin saber por dónde vienen. 1079 Son los secretos misterios que las tinieblas esconden; son los ecos que responden a la voz del que da un grito; como un lamento infinito que viene no sé de dónde.
Así es que se limitó á contestar: Sí, señora; es espantoso. ¡Qué terrible es el amor en sus exigencias! dijo la santa, sobre todo cuando se cree ofendido, cuando pide el pago de una gran deuda que con él se ha contraído, cuando no transige ni espera, sino que se presenta exigiéndolo todo de una vez. ¡Sí: qué terrible es esto! contestó Lázaro. ¡Feliz es usted, que no lo conoce más que de oídas!
Oyéronse en la sala fuertes murmullos por algunos instantes, y un marinero contestó después muy recio: Quince hombres y veinte mujeres. Enestonces, debe haber en la mantilla ... veinte y diez, treinta, y cinco, treinta y cinco.... Treinta y cinco riales ... menos treinta y cinco chavos. Cabales....
A Dios sean dadas... contestó el jesuita afablemente . Vamos, no afligirse, mi señora Doña Lucía... al contrario. Estamos de enhorabuena. No... no, si es de gozo contestó la enfermera. Y como la sotana negra y el alto talle fajado se alejasen, hizo suavemente: ce, ce. El jesuita se volvió. Yo también, Padre Arrigoitia, me quiero confesar, pronto, pronto.
Una mañana, al llegar á una encrucijada del Bosque, Alicia echó su caballo por la avenida que le pareció preferible, sin consultar á su acompañante. No; por aquí dijo imperiosamente Miguel. No me da la gana; ¡por aquí! contestó ella con tono enfurruñado.
Esto en mí es una enfermedad incurable, la dije: tratemos de ti... y tú... ¿qué esperas? ¿qué deseas? Yo... me contestó mirándome fijamente, pienso como pensaba hace seis años. ¡No recuerdo! Pienso buscar la paz y la felicidad en Dios. ¡Ah! ¡vuelves a lo del convento! Sí. Pero es extraño... ¿No amas? No. Eso es imposible. Una joven como tú...
La del suceso que me has contado añadió don Silvestre, dirigiéndose á su amigo. Adelante contestó éste, más interesado ya en saber el objeto de la visita.
Palabra del Dia
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