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Actualizado: 2 de mayo de 2025


El P. Jacinto, sin alterarse, imitando el entonado reposo de su ilustre amiga, contestó lo que sigue: Ya he confesado con ingenuidad que debí aconsejarte antes.

¡Señora, los viajes son un gran calmante! contestó riendo, y partió.

El tiempo contestó la marquesa ; el tiempo, que da fin de todo, por más que digan los novelistas, que sueñan en lugar de observar. Tía dijo Rafael , lo que estáis diciendo es tan prosaico como el gazpacho. ¿Te matarás si me caso con Luis? le preguntó Rita.

Yo me quedo contestó secamente. La pareja se despidió con un estrecho y efusivo abrazo, al que siguieron algunas lágrimas. ¡Don Jorge! ¿También se va usted? preguntó la Duquesa cuando vio a aquél que parecía aguadar a Tomás para acompañarle. Hasta el cañón contestó. Y, diciendo esto, besó a la Duquesa, dejando encendida su blanca cara y rígidos de asombro sus entumecidos nervios.

Impresión de que estás orgullosa, Clara, y que por primera vez te ha hecho bendecir á Dios por la hermosura que te ha concedido. No, no contestó doña Clara con la misma turbación que si la reina hubiera leído en su alma. ¿Y por qué no amarle?

Estaba tan furioso el cura por lo mal que le había salido aquella compostura, y su amor propio de arreglador padecía tanto, que no pudo menos de desahogar su despecho con estas coléricas razones: «Pues sépase usted que está condenada, y no le vueltas: condenada». No se sabe si este procedimiento del terror hizo su efecto, porque Fortunata no contestó nada.

Contestó Carmen, muy sorprendida: ¿Cómo a buscarme? , acordemos en seguida un medio de que salgas de aquí. Pero, ¿por qué, Salvador? ¿Y todavía me preguntas por qué...? Yo que aquí estás muy mal; que sufres mucho...; que corres graves peligros.... ¿Quién te ha dicho eso?

Otras veces, cuando ya estaba Elena en la silla, se presentaba Canterac, también á caballo, con el deseo de acompañarla. Pero Elena le acogía con signos negativos de su latiguillo. Ya le he dicho varias veces que no quiero más acompañante que mister Watson le contestó ella una mañana . Usted, capitán, váyase á trabajar en esa misteriosa y enorme sorpresa que me está preparando.

Hasta yo, á pesar de mis años, habría ido á la cruzada. ¡Los españoles entrando victoriosos en Jerusalén! ¿Qué me dice usted de esto?... Pero el oficial contestó con una sonrisa pálida. «... tal vezSe veía que no le importaban gran cosa la entrada en Jerusalén y el vacío sepulcro de Cristo. Don Marcos, algo ofendido con el héroe, se replegó en su mentalidad de hombre medioeval.

Estas mujeres son el diablo contestó D. Acisclo . Nada se les oculta. Todo lo penetran. No quiero ni puedo ya negarlo. Voy a ser otro del que he sido hasta aquí. Confieso que la consideración del mérito de mi sobrino me ha servido de estímulo. ¿No lo decía yo? exclamó doña Manolita . D. Acisclo, ¿se nos va V. a ir a la China o a la India a convertir infieles?

Palabra del Dia

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