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Actualizado: 11 de junio de 2025


No es ese chascarrillo el que debías contar a tu hijo, Manuel dijo la tía María , sino ponerle por ejemplo lo que acaeció a aquel rico miserable que no quiso socorrer a un pobre desfallecido, ni con un pedazo de pan, ni con un trago de agua. «Permita Dios le dijo el pobre que todo cuanto toquéis, se convierta en ese oro y esa plata a que tanto apegado estáis.» Y así fue.

Ya hemos dicho que, según los diccionarios antiguos, los pampangos y los tagalog "se servían para contar de unos palillos". No sabemos la forma que tuvieran, pero es probable que fueran varios, puesto que dicen "unos palillos" y siendo así, su número pudo ser de diez.

No existe, entre tanto, ninguna anomalía con respecto á los nombres de las partes del cuerpo. La terminacion de los adjetivos es inalterable, ya se adhieran á un sustantivo masculino, ya á un femenino. Carecen por lo demas estos naturales de un sistema de numeracion, y solo saben contar hasta dos.

Su acción, como su lenguaje, remeda en todo la tragedia regular. Cuando el nudo trágico comienza á desatarse, dice así uno de los personajes: Aquí del interés de la tragedia; Y porque nunca la ilusión se trunque, Influya Apolo la unidad centena, El millar, el millón; y si es preciso, Toda la tabla de contar entera.

Tal es la tradición que, en su infancia, oyó contar el que esto escribe a fray León Fajardo, respetabilísimo sacerdote y comendador de la Merced. AL POETA ESPA

El tiempo era también execrable en aquel terrible mes de noviembre; la ciudad era fea y le disgustaba, así como toda aquella vida, que no valía más que el billete, desgarrado por un extremo, que llevaba en la mano. Todos los días hacía igual viaje: de su casa al liceo y del liceo a su casa. Podía contar los días por el número de billetes.

El Jueves Santo salía en procesión la Cena, y el Miércoles Santo por la noche estaba expuesta en la cuadra a la veneración de los fieles, quienes con tal motivo tenían entrada franca en la casa, lo cual se llamaba y se llama aún visitar las insignias, y apenas quedaba en el lugar quien no las visitase en la víspera de la respectiva procesión. Y esto si contar con los forasteros.

Generalmente nadie lee los memoriales, sino el que los escribe, que es el único a quien importan; la prueba de esto es que cuando el empleo se ha de dar, ya está dado antes de hacer el memorial; y cuando hay que hacer el memorial, es señal de que no hay que contar con el empleo. Apelo a los señores que están colocados y a los que se han de colocar.

Así la veía uno por todos lados; la veía en el exterior de los edificios como en el interior de los mismos; en la sala en donde se recibía al huésped como en las habitaciones privadas; en los talleres de tabaquería, en número bastante considerable, hasta el punto de haber podido yo contar seis retratos en un mismo taller. Y en todas partes le hablaban a uno de Martí.

RUIZ. El mismo. ¡Ah! ¿Eres ? ¿Ha llegado la gente? SOLDADO. Ya está cerca del muro, la puerta está guardada. RUIZ. ¿Cómo! ¡Alguno nos ha vendido tal vez? SOLDADO. El Rey ha salido esta noche de la ciudad. RUIZ. Algo ha sabido. SOLDADO. Sin duda. ¿Con cuántos hombres podemos contar dentro de la ciudad? RUIZ. Apenas llegan a ciento.

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