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Actualizado: 12 de septiembre de 2025
El capitán, durante sus navegaciones, sólo pensaba ahora en el alimento de las calderas. Siempre le parecía que Mare nostrum marchaba con excesiva rapidez. ¡Media máquina! gritaba por el tubo á su primer mecánico. Pero á pesar de esta precaución y de otras, el gasto de combustible resultaba enorme al hacer el arqueo de un viaje. El buque consumía todas las ganancias.
Lo compraba por resmas en un almacén de la calle de las Infantas. El dueño de este almacén solía decir burlando que la señora de Escudero le consumía tanto como una imprenta. Otro de los asuntos que dio origen a algunos disturbios domésticos que hubieran degenerado en graves conflagraciones si uno de los bandos no hubiese operado una prudente retirada, fue el de las invitaciones.
¡Entonces sí que se consideró perdido irremisiblemente el pobre labrador! Con desesperación miró sus campos, que ya no podía cultivar; las hileras de frescas hortalizas, que la gente de la ciudad consumía con indiferencia, sin sospechar las angustias que su producción hace sufrir á un pobre padre en continua batalla con la tierra y la miseria.
Al mirarla, mi sangre ha detenido su curso natural; he sentido la angustia de la muerte... No he podida llorar. ¡Ella pobre, marchita, sola y triste! ¡Oh! ¡Cuánto sufrirá! ¡Ella, que ayer en régias bacanales consumia su afan! El vicio y la impureza la han manchado arrugando su faz... ¡Dios mio! Al verla así, ¿cómo no puedo áun dejarla de amar?
Algunos de los al parecer más importantes soldados de su extraña tropa desmontaron de los caballos, lanzaron aullidos, en señal de alabanza, admiración y júbilo, alzaron a Morsamor en hombros, y se apartaron del palacio que el voraz incendio ya consumía. Hicieron luego que Morsamor y los suyos montasen todos a caballo, y con profundo acatamiento y pompa triunfal se pusieron en marcha.
Dejó la visita a Pilar más impaciente, más calenturienta, más excitada que nunca. Pilar se consumía; a toda costa quería salir de Vichy, volar, romper el opaco capullo de la enfermedad y presentarse de nuevo, brillante mariposa, en los círculos mundanos. Creía de buena fe poder hacerlo y contaba con sus fuerzas. No menos que ella se impacientaban otras dos personas: Miranda y Perico.
Pasadas aquellas fuertes emociones, mi amo cayó en profunda melancolía; apenas hablaba; diríase que su alma, perdida la última ilusión, había liquidado toda clase de cuentas con el mundo y se preparaba para el último viaje. La definitiva ausencia de Marcial le quitaba el único amigo de aquella su infantil senectud, y no teniendo con quién jugar a los barquitos, se consumía en honda tristeza.
Saboreándole como un niño un caramelo, con temor de que se acabase, consumía cada baile de los cuatro ó cinco que se le daban en todo el verano; de modo que era una pena que desgarraba el alma ver en tales ocasiones aproximarse la noche.
Palabra del Dia
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