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Actualizado: 5 de junio de 2025


No hubiera sido bien visto de don Celso que la requiriera allí de amores, suponiendo que la hubiera tolerado ella, y se consolaba con aquellas internas expansiones, tan poco disimuladas.

Tu amor era la atmósfera que me envolvía, la sonrisa de tus ojos el rayo de sol que me daba la vida, y tu palabra, que consolaba y exhortaba, era esa voz divina que todos llevamos en nosotros, esa voz sublime que escuchamos sin comprenderla. ¿Y cómo te he agradecido todo eso, hermana querida? He llegado a ser una extraña para ti.

Todo aquello era monótono y feo y, en el fondo, nada me consolaba del alejamiento de Trembles. Mi tía tenía el genio de su provincia, el amor por las cosas cargadas de años, el miedo a los cambios, el horror a las innovaciones ruidosas.

Algunos vecinos que habian socorrido les diéron la ménos mala comida que en tamaño desastre se podia esperar: verdad es que fué muy triste el banquete; los convidados bañaban el pan en llantos, pero Panglós los consolaba sustentando que no podian suceder las cosas de otra manera; porque todo esto, decia, es lo mejor que hay; porque si hay un volcan en Lisboa, no podia estar en otra parte; porque no es posible que no esten las cosas donde estan; porque todo está bien.

Y con tantos ánimos se sentía, que consolaba a Juanito, el cual, sin perder tanto como su maestro, mostrábase aterrado por el suceso. Vaya, muchacho, debes tener más alma o retirarte del negocio, ¿Crees que se pescan millones sin correr peligro? Aquí me tienes a , que me he quedado lo mismo que hace un año: convertido en un tenderillo de escasa fortuna.

Frecuentó mucho más las tiendas de vinos y en la suya procuraba que reinase la alegría hasta las altas horas de la noche. Con lo cual, si no se consolaba, por lo menos se aturdía. Era esto poco, sin embargo. Comprendía que la mejor medicina para aliviarse sería un nuevo amor y trató de buscarlo.

Esta idea, no obstante, con ser tan conforme al hundimiento moral de Isidora, no la consolaba. A la momentánea alegría siguió agudísima pena. Por un instante se sintió invadida de un dolor tan grande, que llegó a pensar en que no debía vivir más tiempo. Pero esta desesperación también duró poco.

Algo consolaba nuestra penuria la consideración de que «si no vencimos reyes moros, engendramos quien los venciese», puesto que de nuestra sangre eran Lope y Quevedo.

Diría también que yo le cuidaba como una hermana y le servía como una esclava. Su voluntad me parecía una cosa de que no se podía dudar; sus palabras como el Evangelio. ¿Y él?... Me trataba con consideración; pero.... ¿No tenía a usted más cariño que el de hermano? Ninguno más; pero aquel cariño me consolaba en mi tristeza.

Este pensamiento la consolaba en algo y se hacía vanas ilusiones. ¿Quién sabe? puede suceder un milagro: encontrarse ella doscientos cincuenta pesos debajo de la imágen de la Virgen; había leido tantos milagros parecidos. El sol podía no salir y no venir el mañana y ganarse entretanto el pleito.

Palabra del Dia

rigoleto

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