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Actualizado: 5 de junio de 2025


Batiste, al inspeccionar las incultas tierras, se dijo que había allí trabajo para largo rato. Mas no por esto sintió desaliento. Era un varón enérgico, emprendedor, avezado á la lucha para conquistar el pan. Allí lo había «muy largo», como decía él, y además se consolaba recordando que en peores trances se había visto.

Su mamá la consolaba. Su papá fue a hablar él mismo por el teléfono, a reprender al médico y a mandarle, muy enojado, que viniese en seguida a ver a Lita. Hubo todavía que esperar un buen rato. La mamá hizo rezar a Lita sus oraciones de la mañana y le besaba las manitas. Después la hizo desayunarse con una gran taza de chocolate. Y el médico vino al fin.

Iba entre diciendo: «Allá quedarás, bellaco, deshonrabuenos, jinete de gaznates». Consideraba yo que iba a la Corte, adonde nadie me conocía, que era la cosa que más me consolaba, y que había de valerme por mi habilidad allí. Propuse de colgar los hábitos en llegando, y de sacar vestidos nuevos cortos al uso.

Explicábame yo aquella debilidad, que me parecía hasta pecado grave, con estas reflexiones, y con ellas me consolaba, aunque no tanto como con la esperanza de que se realizaran los planes de Neluco y vinieran Lita y su madre, sobre todo Lita, a aliviarme del peso de la cruz, renovando el aire y los sonidos y las caras y hasta la luz de aquellos ámbitos entristecidos, mudos, negros y monótonos.

Cosa rara, ¿verdad?... Y como no tenía un triste pedazo de pan que llevar a la boca, y él me lo daba, ahí tienes... Yo dije: «me vengaré yéndome con este animal». Cuando tuve a mi niño, me consolaba con él; pero luego se me murió; y cuando reventó Juárez, como yo me pensé que ya no me querías, dije: «pues ahora me vengaré siendo todo lo mala que pueda».

Agradábale tanto la niña aquella, que se la habría llevado consigo si sus suegros y su marido lo permitieran; pero no siendo posible esto, se consolaba vistiéndola como una señorita, pagándole el colegio y pasando un ratito con ella. Gozaba en ver su belleza, en aspirar la fragancia de su inocencia y en examinarla para cerciorarse de sus adelantos.

Pero ¡ay! se habían hecho tan grandes e intratables! ¡Habían crecido tanto en el tiempo que él no pisaba la arena!... El juego consolaba a Gallardo, haciéndole olvidar sus preocupaciones. Volvió con nueva furia a perder el dinero en la mesa verde, rodeado de aquella juventud que no reparaba en sus fracasos porque era un torero elegante. Una noche se lo llevaron a cenar a la Venta de Eritaña.

Tenía, pues, que ganar en la corte, grado a grado, la altura que en la ciudad ganó de un brinco. La empresa, a la verdad, era superior a las fuerzas de don Simón; pero él no lo creía así, y esto le consolaba un poco. Entretanto, se regodeaba con las distinciones que le correspondían por su investidura.

Pero la madre no abandonaba la idea, o al menos, acariciándola en su mente, con ella se consolaba de tantas desdichas. De la noche a la mañana, viviendo la familia en la calle del Olmo, se iniciaron, sin saber cómo, no qué relaciones telegráficas entre Obdulia y un chico de enfrente, cuyo padre administraba una empresa de servicios fúnebres.

La felicidad también produce insomnio. No faltaba para completar la mía sino que Gloria hubiese asistido a mi triunfo. Pero me consolaba la idea de que los periódicos darían cuenta de él, y aun lo abultarían, como suelen, proponiéndome llevarle recortados los sueltos o los artículos, si a tanto llegaban.

Palabra del Dia

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