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Actualizado: 7 de octubre de 2025
«¡Cómo se conoce dijo al fin la sobrina con vivísimo tono de desprecio que no es usted persona decente! ¡Más que tú, marquesa del pan pringao! gritó la vieja, esgrimiendo de tal modo las manos, que Isidora vio los diez dedos de ella a punto de metérselos por los ojos. Usted no es mi tía. Usted no tiene mi sangre.
Cuando vino usted hace seis meses era usted delgadito y pálido. Yo decía: ¡qué lástima de joven, tan guapo y tan simpático! Porque creía que se iba usted a dañar del pecho. Se conoce que llevaba usted mala vida allá en Barcelona... ¿No? Pues mire usted, cualquiera lo pensaría.
Porque me va usted a pedir cosas que... me tendré que ir de la casa y no me trae cuenta, porque el señor, cuando venga, va a emplear a mi papá en consumos. Yo emplearé a tu papá y a toda tu familia. ¡Qué fuerte se conoce que le ha entrao a usted! Por supuesto que no me extraña, porque a mi señorita toos los hombres se la comen con los ojos...; verdad que se quedan iguales, con las ganas.
Claro está, pues, que, aun suponiendo que el alma es ya inútil para las otras almas al llegar a ese término, es utilísima mientras no llega. Y no obstante, cuando el alma llega, cuando se recoge en su centro, donde Dios mora, y allí le conoce y con él se une, ¿cómo imaginar que por eso se aniquila o se hace inútil? Tal vez, al anegarse en aquel abismo de luz, no ve sino tinieblas.
Y ahora, ¿qué dice V.? ¿Conoce V. ó no conoce á su familia?
Conoce tambien los futuros contingentes dependientes de su sola voluntad, porque desde toda la eternidad sabe lo que tiene resuelto y sus decretos son inmutables é indefectibles.
Y la culpa de ello está en la familia Funes, con Luis María, madre, hermanas, médicos y parientes colaterales. Porque si se concreta bien la situación, ella da lo siguiente: Hay una joven de diez y nueve años, muy bella sin duda alguna, que apenas me conoce y a quien le soy profunda y totalmente indiferente. Esto en cuanto a María Elvira.
Balbuceaba excusas, pero ella se engañó al notar su insistencia, creyendo que pretendía cerrarle el paso. ¡Capitán, déjeme salir! dijo con voz colérica . Usted no me conoce. Eso es para otras... ¡Atrás, si no quiere que le tenga por un grosero!...
Salga usted al momento de nuestra casa. Pero, señoras continuó Clara, ¿adonde voy? Sola, de noche ... yo tengo miedo ... yo tengo mucho miedo ... yo no conozco á nadie.... ¿Que no conoce á nadie? ¿Y tiene valor para decir...? exclamó Salomé, apartando el rostro y persignándose con sus afilados dedos. ¿Pues y el caballero joven, alto, buen mozo?
»¿Quién sería capaz de hacer verter a ese ángel, a un ser tan bueno y delicado, a quien una palabra algo severa lastima, a quien un pensamiento celoso causaría la muerte? Sería una infamia, y ya me conoce usted, querido tutor, y sabe que no soy ningún infame. »Su hija será feliz, padre mío. Ya ve que le llamo padre: ésa es otra costumbre que usted no querrá extirpar.
Palabra del Dia
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