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Pícaramente; ciento sesenta pesos he perdido. ¿Y a usted? Peor todavía; adiós... Ni siquiera nos contestó el perdidoso. Hombre, si no has jugado le dije a mi primo, ¿cómo dices?... Amigo, ¿qué quieres? Conocí que me venía a preguntar si tenía suelto. En su vida ha tenido ciento sesenta pesos, la sociedad es para él una especulación; lo que no gana lo pide...

Todo se acabó dijo la dama . Hay que olvidar lo pasado, ya que cuando lo vemos por segunda vez no se presenta con los mismos colores. ¡Qué diera yo por tener los ojos de antes!... Al volver a España la encuentro otra. Usted también es diferente de como le conocí. Hasta me pareció el otro día, viéndole en la plaza, que era menos atrevido... que la gente se entusiasmaba menos.

Lo conocí en una mirada de extrañeza con que respondió mi linda interlocutora a una indirecta mía en que se clareaban demasiado mis intenciones. Me impuso aquella serenidad que me pareció protesta contra un mal entendido derecho de preguntar «ciertas cosas» por muy evidentes que fueran.

Sus caciques se llaman Colopichun, Amolepí, Nocolasquen, Guenulep, Cusuhuanque, Colnancon, Iyalep, y Antucule: este último era jóven, y á todos los conocí muy bien.

Imagine usted que antes de ingresar en el colegio, al que fui más tarde, ni un solo día dejé de ver aquel campanario que se distingue allá lejos, viviendo en los mismos lugares y observando las mismas costumbres, y comprenderá que al encontrar hoy las cosas de entonces en igual ser y estado que las conocí y las amé, siga amándolas.

También conocí mucho a su señor padre prosiguió don Benito, animado por el silencio de Febrer . Trabajé por él cuando salió diputado. ¡Aquéllos eran otros tiempos! Yo era joven, y no tenía la fortuna que tengo ahora... Entonces figuraba entre los «rojos». El capitán Valls le interrumpió riendo. Ahora su hermano era conservador y miembro de todas las cofradías de Palma.

Las mujeres le adoraban, y más de una noche, al salir del teatro y en medio de las sonrisitas envidiosas de sus compañeros, se vió en el dulce compromiso de subir á un coche que no era el suyo. Yo conocí á Lafontaine á fines de 1897, en Versalles. Era muy viejecito.

Ese hombre, ese ángel de Dios, me ha dado esperanza, muy poca esperanza; pero la esperanza parece que se agarra más, cuando más chica es. Quiero echarla de diciéndome que es imposible, no, no, casi imposible, y ella... pegada como una lapa...» Así me habló mi padre. Por su voz conocí que lloraba.... ¿Qué haces, Nela, estás bailando? No, estoy aquí a tu lado.

Es natural continuó con rapidez, con una voz que tembló extrañamente, entre orgullosa y humilde, es natural que la ame, señora, pues su padre, cuando le conocí, era un caballero, y es forzoso que el niño me olvide tarde o temprano... así es que no voy a llorar por esto.

5 Antes que te formases en el vientre te conocí, y antes que salieses de la matriz te aparté, te di por profeta a los gentiles. 7 Y me dijo el SE