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Actualizado: 9 de julio de 2025


Aquello le parecía un sueño. ¿Su viaje á Madrid había sido cosa real ó visión percibida en aquel calabozo? Los pensamientos que en desorden y confusamente se agolparon en la mente del joven, no son para referidos. El primer sentimiento que en él se manifestó, fué una gran compasión de si mismo, que emanaba de la ridiculez con que los hechos anteriores le presentaban á sus propios ojos.

Quise hablar, para dar mayor seguridad de que no era nada lo que había pasado, que la muñeca conservaba íntegros sus miembros, y yo lo mismo, y que celebraba la ocasión de conocer una niña tan hermosa y simpática, etc., etc. Nada de esto fué posible. La chica murmuró confusamente «muchas gracias», y se apresuró á cerrar la puerta, dejándome con el discurso en el cuerpo.

Y pensando en esto, recordaba confusamente la poca geografía aprendida en la escuela, las innumerables consejas que había oído relatar sobre la influencia de los astros sobre los hombres. Creía en lo maravilloso, en la influencia astrológica, sintiendo que la calma augusta de la inmensidad se filtraba en su ánimo.

Además, en política no hay secretos; todo acaba por saberse, aunque confusamente; y es casi seguro, aunque yo no lo hubiera dicho, que todo el mundo habría concluído por saber, o por sospechar, al menos, que don Eleuterio está dispuesto a ser ministro.

Algunos sonidos articulados empezaron á percibirse confusamente en aquel torrente de sollozos. Teno miedo, mamá... teno miedo. La condesa llevó una copa de vino á los labios y dejó caer algunas gotas sobre la ropa. Sin echarlo de ver, siguió tragando pedazos de pan, abriendo y cerrando los ojos al mismo tiempo con nerviosa rapidez. ¡Ay, mamita, por Dios! ¡Teno miedo... teno miedo!...

Amparo ejecutó el decreto materno empujando a Chinto por los hombros a las tinieblas exteriores del portal, y Chinto resignado optó por acostarse. Lo único que sentía confusamente era no poder ver a la muchacha un rato. Ahora le entretenía casi tanto mirar a Amparo, como antes contemplar la rueda del amolador y la bahía.

MANRIQUE. Es verdad, pero no temas, estoy a tu lado... LEONOR. ¿No oyes estruendo de armas? MANRIQUE. , confusamente se percibe. LEONOR. ¿Si vienen en nuestra busca? MANRIQUE. No puede ser. LEONOR. Pero esos hombres que se acercan... he distinguido los penachos. MANRIQUE. No temas. LEONOR. ¿Qué van a hacer contigo? Huye, huye por Dios. MANRIQUE. Si fueran mis soldados...

Gillespie, que estaba en los postreros momentos de su sueño, cuando empiezan á despertar confusamente los sentidos mientras el resto del organismo yace sin voluntad, creyó que un insecto le estaba cosquilleando un tobillo y largó una patada, de la que se salvaron milagrosamente los dos sastres ocupados en tomarle medida.

Don Antolín le oía con asombro, fija en él su mirada fría. Los otros escuchaban presintiendo confusamente lo extraordinario de tales ideas emitidas en el claustro de una catedral. Don Martín, el cura de las monjas, a espaldas de su avariento protector, mostraba en sus ojos la avidez simpática con que acogía las palabras de Luna.

Y cuando esta naturaleza tropezaba en su desenvolvimiento con algún obstáculo que la afeaba, estos pintores, guiados por su instinto, la interpretaban, le arrancaban su secreto deseo y la ayudaban á expresar claramente lo que sólo torpe y confusamente balbucía. No es, pues, indiferente el asunto ó tema en que la pluma de un escritor se ejercite.

Palabra del Dia

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