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Actualizado: 5 de junio de 2025


El pobre cura comprendía perfectamente, que mi espíritu se hallaba en una inmensa confusión, pero tenía bastante talento y buen sentido para no aparecer dando importancia a impresiones que con sólo la provocación de una confidencia hubieran podido tomar cuerpo.

El señor Baltet escribe con todas sus letras: «Espero que tendré pronto una gran confidencia que hacer a usted, confidencia a que tiene derecho, puesto que está usted un poco en el fondo del secreto que me interesaGenoveva me ha dado broma sobre esto.

¡Singular idea!... dijo fríamente Pierrepont . No, te equivocas; conozco a la señorita de Sardonne desde su niñez y le tengo cierto afecto... Eso es todo... Sabes, además, que mi fortuna es escasa y que ella nada tiene... un matrimonio entre los dos sería una locura. Puesto que ahí están las cosas, voy a hacerte una franca confidencia.

De aquella confidencia, Ana sacó en limpio que el Magistral, como ella creía, era un alma grande, que no había tenido más delito que cierta vaga melancolía en la juventud y una ambición noble, elevada, en la edad viril. Pero aquella ambición había desaparecido ante otra más grande, más pura, la de salvar las almas buenas, la de ella por ejemplo.

La señorita Porhoet no titubeó en confesármelo, asegurándome que le había sido imposible obrar de otro modo por el honor de su familia, y que por otra parte, la señora de Laroque era incapaz de traicionar ni para con su hija, un secreto confiado á su delicadeza. Entretanto, mi confidencia con la anciana señorita me había infundido hacia ella un tierno respeto, del que trato de darle pruebas.

El acuerdo súbito que se establece entre dos seres hasta entonces desconocidos uno de otro, esa vivacidad de impresiones recíprocas, esa buena inteligencia mutua de las miradas, esa facilidad de expansión y necesidad de confidencia, ¿en qué secreta relación de ideas, y gustos, cualidades o defectos debemos buscar la causa sutil?

Me hizo una confidencia; me refirió que había estado enamorada de un joven muy rico y apuesto, mas, por desgracia, dado al juego y a los vicios. «¡Le quise mucho! me decía entristecida, pero fué preciso olvidarle.... ¿Olvidarle? No, no le olvido aún.

Acababa de escribir estas líneas después de haber hecho los honores á la comida de Luisa, cuando en la escalera el ruido de un paso pesado y grave: al mismo tiempo creí distinguir la voz de mi humilde providencia, expresándose en el tono de una confidencia tumultuosa y agitada.

Se detuvo en su confidencia, sintiendo una última vacilación, y al fin añadió bajando la voz: ¡Los alemanes pagan!... Vamos á proveer de esencia de petróleo á los submarinos que tienen en el Mediterráneo. Contra lo que esperaba Ferragut, su segundo no hizo un gesto de sorpresa. Permaneció impasible, como si esta noticia resultase sin sentido para él.

Y si le hubiera sido posible hablar en un momento en que todas las energías de su ternura y de su orgullo me suplicaban o me ordenaban que callase, me había dicho una sola cosa, que yo sabía demasiado: que la confidencia estaba hecha y mi proceder era el de un cobarde.

Palabra del Dia

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