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Actualizado: 5 de julio de 2025
Vuelto á la vida literaria, publicó «El comediante», folleto terrible, que le valió una contestación inolvidable de Cocquelin y el odio de todos los actores, quienes, reunidos en asamblea general, prometieron dedicar á monsieur Mirbeau «su indiferencia y su desdén». De esto vengóse Mirbeau, fundando con Pablo Hervieu y Groselande, Las Muecas, hebdomedario satírico que fustigó con crueldades juvenalescas á las figuras capitales del teatro francés.
Dígase lo que se quiera, esa nobleza es la única felicidad de los ricos. Por ella, sólo por ella, los admira el mundo. Todo lo demás que en ellos envidia la multitud es como la corona de oropel que ciñe la frente del comediante. ¡Noble dignidad, dignidad envidiable que pone a salvo las prendas más altas del corazón!
Mounet-Sully, sólo quiere que el comediante tenga «sensibilidad, imaginación». Pero esto es raro: los actores todos, desde Mélingue á Luciano Guitry, piden para sus compañeros, antes que genio, elegancia y belleza. A propósito de esto, podrían citarse muchas anécdotas.
Regnier de Maligny, en su «Manual del comediante», dice que éstos necesitan conocer los tipos reales y estudiar principalmente: «En «el campo», la voz, los ademanes, sencillos y francos, de los campesinos. En «las iglesias», á los verdaderos y á los falsos devotos. En «las audiencias», á los abogados, á los fiscales y á los jueces.
Es que dicen que los lleváis delante. Pues mienten. Sólo he tenido uno, y ese ha sido bastante para que no quiera tener más. Pero volvamos al asunto del día: ¿conocéis á ese nuevo amante de la Dorotea? Yo no le he visto nunca, y eso que voy á todas partes dijo un comediante. Ni yo repuso otro.
Claro es que, por obra de ese poder mejorador que la función ejerce sobre el órgano, así como la gimnasia desenvuelve los músculos del acróbata, de modo análogo la costumbre de fingir una y otra vez las mismas expresiones, perfecciona las particularidades fisonómicas de los artistas de teatro, educa la línea de los labios, dá expresión á la frente y al mento, agranda los ojos, de suerte que hallaremos constantemente en los actores veteranos una diversidad de miradas y de guiños, que nunca tiene el rostro del comediante joven.
Cada uno revestido con sus mejores ropas, como si el smoking fuese la casulla del culto del estómago; cerveza fresca como el hielo, música gratis a cada instante, y una adorable sociedad: una sociedad condenada a vivir junta, así se enfade o esté alegre, a mostrarse cada uno con su verdadera fisonomía, pues no hay comediante que sostenga sus fingimientos en una representación tan larga y continua... Y nadie puede huir; y nadie está obligado a pensar ni a hacer nada; y todos nos ofrecemos en espectáculo tales como somos.
No obstante, continué luchando valerosamente...» Estas palabras, que atestiguan la noble abnegación del célebre comediante francés, no deben sorprendernos, porque ese heroísmo, que ha llenado la historia del teatro de anécdotas conmovedoras, es una flor de hidalguía que brota muy fácilmente en el impresionable y generoso corazón de los siervos de Téspis.
Palabra del Dia
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