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Actualizado: 5 de julio de 2025
El antiguo comediante y luego profesor del Conservatorio, M. Worms, también reconoce la supremacía de la escultura. «Primeramente escribe, las cualidades físicas son indispensables: la voz, que tan decisiva influencia ejerce sobre el público; la mirada, ese reflejo intenso del pensamiento, sin el cual no puede haber comediante bueno; un temperamento nervioso y sensible; la capacidad de «exteriorizar» rápidamente, un don de observación robusta, y memoria, capacidad que desempeña papel importantísimo en el funcionamiento ó dinámica de todas estas facultades.»
Consistía ésta en la manía de querer hacer creer á todo el mundo, que detrás de él, siguiéndole, persiguiéndole, engalanada con sedas y joyas, iba constantemente la comediante Dorotea; que cuando se acostaba, Dorotea se sentaba á la cabecera de su cama. Y esto, que era asunto de risa para la canalla de escalera abajo de palacio, era una verdad para el infeliz.
En las representaciones de los autos tomaron parte los comediantes Melchor de Villalba, Francisco de Palencia, Pedro Nubio y Vicente Caballero, el cual ganó la joya. A Melchor de León autor y comediante, se libraron 300 ducados para él y su compañero por dos carros de representación que sacó el día del Corpus del mismo año de 1597.
El comediante, sin detenerse, mira á su interlocutor de arriba abajo; adivina en él á un autor incipiente; su gesto es despectivo. Al fondo, en el saloncillo... responde. Y se va.
No hablemos más de esto dijo. ¡Pero!... exclamó Dorotea... En resumidas cuentas... dijo un comediante como don Bernardino de Cáceres es vuestra sombra, y se ha encontrado con otra sombra mayor... ¡Ah!
Para obtener tan elevadísimos grados de selección, el comediante no sólo habrá de pulir su espíritu, sino también educar su rostro, su voz y sus ademanes, de suerte que todo ello, en un preciso momento, vibre al servicio de la misma expresión.
TALMA. ¡Pues la envidio...! Usted ignora los atroces dolores que templan al artista. Yo, aquí donde usted me ve, estuve a punto de sucumbir a ellos. ¡Un poco más, y hubiera renunciado al teatro para entrar en la Compañía de Suez...! ¡La suerte quiso que fracasara en el examen! ¡Torné al arte sublime del comediante! Dios me había indicado mi camino y lo escuché. Entré en el Conservatorio.
Mírelo cómo distribuye a las señoras los libros de que es autor y periódicos con su retrato. ¡Ah, comediante!... Lleva en su equipaje colecciones enteras de todas las revistas ilustradas que han hablado de sus predicaciones en Canadá, Estados Unidos, Australia y no sé cuántos sitios más.
Así, no hubo comediante famoso que alguna noche de quebranto y borrasca, cuando la muchedumbre comenzaba á manifestar con bastoneos y murmullos su disgusto hacia la obra, no sintiese el deseo heroico de hacer algo genial, extraordinario, para contener la catástrofe.
Pocas historias conozco tan accidentadas ni tan dolorosas como la de Alberto Glatigny, quien en poco más de quince años ejercitó las profesiones de apuntador, comediante, autor dramático, improvisador y poeta.
Palabra del Dia
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