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Actualizado: 15 de julio de 2025
Entre tanto murmuraba Quevedo, subiendo lentamente las escaleras: Para entrar en todas partes, sirve una cruz sobre el pecho; mas para salir de algunas, sólo sirve cruz de acero. ¿Qué decís? le preguntó Juan Montiño. Digo que al entrar aquí, no somos hombres. ¿Pues qué somos? Ratones. ¿Supongo que mi tío no será el gato? No, porque vuestro tío es comadreja.
Ana ignoraba la destrucción del anónimo: Amparo, avergonzándose de su noble impulso, no quería confesarlo, temerosa de que la Comadreja la tratase de babiona y de pápara, y aun de que repitiese la carta por cuenta propia.
Sintió la Comadreja que el brazo de Amparo temblaba, y la miró, y le halló desencajada la faz. Tú no estás bien, chica... ¿qué tienes? ¿Te da algo por la cabeza? Suéltame contestó con voz opaca la Tribuna . A donde voy no me hace falta compañía. ¡María Santísima!, ¿a dónde vas, mujer?, ¿qué es esto? ¡Que a dónde voy! Pues a apedrearles la casa, para que lo sepas.
Vaya, abur... que estoy medio trastornada y me da poco gusto ver gente. Iré con usted por si.... ¿Usted? murmuró ella entre irónica y desdeñosa . ¿Para qué? Abur, abur; ¡que si lo ven con una muchacha de mi clase! Abur. Y la Comadreja se escurrió por una callejuela, dejando a Borrén sin saber lo que le pasaba.
Algunas cigarreras optimistas se atrevieron a indicar que acaso Sobrado se casaría, o por lo menos reconocería lo que viniese. Sí, sí... ¡esperar por eso, papalanatas! ¡Ahora se estará sacudiendo la levita y burlándose bien! No sabes... yo no quiero que ella lo oiga, ni lo entienda decía la Comadreja a Guardiana , pero ese descarado ya vuelve a andar tras de la de García.
El caso era ganar tiempo, porque apenas pusiese tierra en medio el peligro cesaba.... No obstante, el prudente Baltasar temía, temía una campanada inoportuna, que diese al traste con sus nuevos planes. ¿Qué te dijo? interrogó ansiosamente Amparo. Que vendría repuso la Comadreja. Pero... ¿cuándo? No quiso explicar cuándo. ¿Piensa él que estoy yo para esas calmas?
Organizose una especie de sociedad compuesta de cuatro personas, Amparo, Ana, Borrén y Baltasar; cada vez que celebraba sesión este círculo, ya se sabía que la Comadreja «cargaba» con el ronco y galanteador Borrén. Entreteníale con pesadas bromas, con todo género de indirectas y burletas, subrayadas por la risa de sus labios flacos, por el fruncimiento de su hocico de roedor.
Estás bonito; parece que te chuparon exclamó la Comadreja, mientras Amparo lo miraba entre compadecida y asquillosa, admirándose de los estragos que en tan poco tiempo había hecho en él su perruno oficio. Le sobresalía la nuez, y bajo la grosera camisa se pronunciaban los omóplatos y el cúbito.
No, a mi casita insistió la abatida Comadreja . Si va conmigo una fiebre, quiero estar en mi cuarto. Ea, adiós. Toma mi mantón siquiera porfió la Tribuna. Bueno, venga.... ¡Brr!, estoy hecha una sopa. Y Ana, saludando con su esqueletada mano, ademán que indicaba un resto de intención festiva que aún retoñaba en ella, tomó el sendero que conducía al camino real.
¿Qué años tendrá, señora Porcona? Sin mentir. ¡Busssss! pronunció la desvenadora. Así Dios me salve, ni sé de verdad el año que nací. Pero... y bajó la temblona voz sepades que cuando se puso aquí la fábrica, de las diez y seis primeritas fui yo que aquí trabajaron.... ¡Dónde irá la fecha! murmuró la Comadreja.
Palabra del Dia
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