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Actualizado: 15 de julio de 2025


Pelirroja y pecosa, descarnada y puntiaguda de hocico, llamábanle en el taller la Comadreja, mote felicísimo que da exacta idea de su figura y ademanes. Bien sabía ella lo del apodo; pero ya se guardarían de repetírselo en su cara, o si no.... Ana tenía por verdadero nombre, y a pesar de su delgadez y pequeñez, era una fierecilla a quien nadie osaba irritar.

Hexe-Baizel se había vuelto rápidamente, como una comadreja sorprendida en acecho, sacudiendo la cabellera roja y lanzando chispas por los ojos; pero se tranquilizó en seguida y exclamó secamente, como si se hablara a misma: ¡Hullin... el almadreñero! ¿Qué se le habrá perdido por aquí? Vengo a ver a mi amigo Marcos, señora Hexe-Baizel respondió Juan Claudio ; tenemos que hablar de negocios.

Otras empujaban enormes panes de prensado, del tamaño y forma de una rueda de molino, arrimándolos a la pared para que esperasen el turno de ser escogidos y desvenados. La atmósfera era a la vez espesa y glacial. La Comadreja andaba a saltos por no pisar el tabaco, y a veces llamaba por su nombre a una de las desvenadoras.

Así es que arrancada ya, casi con las uñas, la primer baldosa, se procedió a desencajar la segunda. Apoyadas en el muro de una casita de pescadores, donde había redes colgadas a secar, Guardiana y la Comadreja miraban el motín sin tomar parte en él.

Y la Comadreja se dedicó a arrullar al infante mientras Amparo se sepultaba otra vez en un sopor que le dejaba el cerebro hueco, la cabeza vacía, anonadando su pensamiento y haciéndola insensible a lo que pasaba en torno suyo. Los pasos de Chinto la llamaron a la vida otra vez. Abrió los ojos, que, en la palidez amarillosa de su morena cara, parecían mayores y azulados.

Animada por las confidencias, Amparo insinuó que a ella un señorito, un militar, la seguía alguna vez por las calles. Ya quién es chilló la Comadreja . Es el de Sobrado. ¿Quién te lo dijo, mujer? exclamó Amparo maravillada. Todo se sabe afirmó magistralmente Ana . Pero estás fresca, hija. Ese lo que quiere es pasar el tiempo, y a vivir. ¡Buena gente son los Sobrados!

La que se conformaba con los de su clase, aún menos mal; pero la que andaba con señores.... Esas cosas añadía la Comadreja no tienen remedio; nos hacen ver lo negro blanco.... Si me quisiera perder exclamó ofendida Amparo no me faltaría por dónde, como a todas. ¡Bueno!

Tan aficionado a jarabe de pico, y tiene más miedo a una mujer que a los truenos. Detúvose la Comadreja, y mirando fijamente a Amparo, añadió: aún tienes otro obsequiante, pero te callas. ¿Quién, mujer? El barquillero. ¡, que no está derretido por ti! ¡Aquel animal! exclamó Amparo . Parece una patata cruda... mujer, hazme más favor. Aquel animal

Ana sabía, como acostumbraba saberlo todo, la historia de Borrén, o por mejor decir, su carencia de historia; y este carácter inofensivo del incansable faldero daba asunto a la Comadreja para crucificarlo a puras chanzas, para clavarle mil alfileres, para abrasarlo.

Acaso, acaso tenía sobrada razón la Comadreja. ¿De qué sirve ser un santo si al fin la gente no lo cree ni lo estima; si por más que uno se empeñe, no saldrá en toda la vida de ganar un jornal miserable; si no le ha de reportar el sacrificio honra ni provecho? ¿Qué han de hacer las pobres, despreciadas de todo el mundo, sin tener quien mire por ellas, más que perderse? ¡Cuántas chicas bonitas, y buenas al principio, había visto ella sucumbir en la batalla, desde que entró en su taller!

Palabra del Dia

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