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Empezó a manifestarse en ella una inquietud de mal agüero: movía la cabeza de un lado y de otro como si no hallase sitio donde colocarla, como si buscase ya la almohada donde había de reposar eternamente. Las manos vacilantes tomaban y soltaban las ropas del lecho incesantemente, mientras sus ojos también rodaban sin parada por las órbitas, clavándolos de vez en cuando en el techo de la estancia.

Este suceso, como si se contara con él, ya que no fuera deseado, no arrancó una lágrima siquiera en la familia. Produjo cierta tristeza que parecía nacida del corazón, por lo que toca al marqués y a su mujer. En cuanto a la hija, la dio demasiado en qué pensar la nueva jerarquía en que volvía a colocarla la muerte de su hermano.

En el libro inmortal de nuestra historia Busco un nombre que guarda mi memoria Y tu filial amor, Y al encontrar la página enlutada La veo al mismo tiempo señalada Por una fresca y perfumada flor. Si faltase una hoja á tu corona Y colocarla fuese dado á , Sea ese lauro que á tus sienes falta La admiracion que te consagro á .

Todos los esfuerzos de la primera, todas sus meditaciones, todos sus desvelos y todas sus consultas al espejo antes de darse a luz en los sitios más públicos de la villa, hecha un brazo de mar y cargada de relumbrones, no lograron colocarla en jerarquía más alta que la correspondiente al nombre de la tabernera, con el cual se la designó desde el primer día en que se hizo notar por sus humos estrafalarios.

Su reconciliación con Elvira era, por tanto, la clave del arco que había fabricado, y tratábase de colocarla en aquella entrevista. Entró, pues, en el gabinete, armado de toda su osadía, sereno, risueño y con aire de amigo que prepara a otro con su presencia una sorpresa inesperada y agradable.

¿De qué otro modo disculpar su falta? Ya se encontraría bueno al día siguiente, para preparar la mejor excusa. Tomó una fuente de manos de Pampa, y al colocarla sobre la mesa, insistió sobre aquello de los hojaldres: ¡Ea, anímate, muchacho! que esto vale más que tus trufas del Café de París. Si él es muy francés dijo la tía, y desprecia estas cosas.

Sólo así lograba entrar en su gracia. Poco tiempo después de haberse trasladado Miguel, fue testigo de una de las más repugnantes escenas de este género. Cuando terminó con el piano una mañana, Julita se fue al comedor, y motu propio, por su extremada inclinación al aseo, sacó toda la vajilla de los armarios y se puso a limpiarla esmeradamente y a colocarla de nuevo en su sitio.

Se me habló ya de un buen partido para colocarla. ¡Ah! ¡Si yo pudiese casarla más cerca de , y casar también a Alfonso! Quién sabe, Dios mío, si de esta suerte olvidaría esta dichosa carrera que le tiene preocupado y que acaso no conseguirá jamás. Mâcón, 18 de marzo de 1819.