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Actualizado: 15 de junio de 2025


"Alguna correspondencia de colegiala, pensó; dulces y sencillos secretos de la infancia." Desdobló uno de los pliegos y le echó una mirada, sin intención de leerlo. Pero aquella letra de hombre cambió enseguida sus disposiciones. Sintió primero asombro, después sorda irritación y por último un ardiente deseo de saber lo que aquello significaba.

A la hora de recreo, o récréation, como allí se decía, también se hablaban. Fuera de estas horas estaba prohibido comunicarse. Pero ella nunca había cumplido esta orden, ni mientras colegiala, ni cuando hermana. «No podía, hijo, no podía.

Amor de niña, pasión de colegiala que nadie adivinó, pues aunque la hija del doctor pasaba las horas con sus ojos verdes y dorados puestos en el poeta, éste nunca se dio cuenta de la muda adoración, como si la protectora y vieja diva le abrumase hasta el punto de hacerle insensible para las demás mujeres.

¿Y usted cree que está enamorada realmente de ese niño que parece una colegiala del Sagrado Corazón? ¡Vaya usted a saber! Clementina presume mucho de original. Esta última aventura la acredita de ello.... Mire usted qué miraditas tiernas le está echando el bebé desde lejos.

Apenas lo : de los sucesos insignificantes del día, de las nonadas de la vida; algunas veces, de lo por venir, imaginando mil proyectos contradictorios que me hacían reír; algunas también, de sus recuerdos de convento. Gozaba extremadamente oyéndole contar las travesuras de su época de colegiala, los mil incidentes, tristes o cómicos, que le habían pasado en el colegio.

Sobre la bayeta verdegay, de pliegues y lóbulos graciosos, con que se viste la madre tierra, siempre doncella, se ha puesto, aquí y acullá, unos pomares enflorados, cándido ornamento. El cielo es tan gentil, puro y alegre, como colegiala impúber, vestida con atavío de mayo y de domingo; leves crinolinas nevadas, que translucen un fondo de seda azul.

Y con su ingenuidad de colegiala, describió entonces Currita, con todos sus pormenores, una picantísima caricatura de los esposos Thiers: una indecencia verdusca publicada en Burdeos y recogida al punto por la policía.

La encontró hecha una mozuela que se salía de sus angostos hábitos de colegiala. Se lo hicieron notar también sus amigas de Madrid; y la dijeron que era un pecado mortal no vestirla ya «de señorita» y no sacarla del encierro donde no parecía bien.

Sus manos blancas y femeniles atormentaban la cadena de acero del reloj, y en el meñique de una de ellas rojeaba grueso carbunclo, al lado de otro aro inocente, sortija de colegiala, sobrado estrecha para el dedo, una crucecica de perlas sobre un círculo de oro. Y, en resumen, ¿de Miranda, no se sabe nada, nada? preguntó oído el relato. Nada hasta hoy afirmó gravemente Artegui.

Cuando nos paseábamos por los jardines de San Martino, tal vez estaba agonizando de hambre, de sufrir martirios, ¡y yo, como una heroína de novela, como una colegiala loca, besándome contigo, haciéndote promesas!... Además, ¡la llegada del telegrama en la misma tarde que ibas á venir , como algo definitivo en mi existencia! ¿No vea una intervención superior, un castigo á mi maldad?

Palabra del Dia

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