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Actualizado: 4 de junio de 2025


Entró en la alcoba, dejando las puertas de cristales abiertas, y se puso a levantar la cama, operación que consistía en sacudir las almohadas y los colchones, doblar las sábanas y la colcha y guardarlas entre colchón y colchón, tender una manta sobre el lecho y colocar una sobre otras las almohadas sacudidas, pero sin funda.

La puerta estaba entreabierta, y entraron... En el cuarto de estudio, todo en su sitio: los libros sobre la mesa, un montoncito de papeles rotos sobre la carpeta... En el dormitorio, nada ni nadie: la colcha de la cama revuelta, como que el cuarto estaba sin aviar, según propia confesión de Pampa, a quien el niño había dicho que ya no hacía falta.

Antes de entrar miré al cielo. Aparecía cubierto por un leve manto de nubes, tan leve, que no conseguía velarlo por entero, semejante a una colcha de encaje con fondo azul. El sol, asomando su ardiente pupila por los agujeros de esta celosía de nubes, era el único curioso que nos observaba. El carruaje marchaba lentamente.

En el lugar gozaba de celebridad envidiable por mil motivos, y entre otros, porque hacía el papel de Abraham en el paso de Jueves Santo por la mañana, tan admirablemente bien, que nadie se le igualaba en muchas leguas á la redonda. Con un vestido de mujer por túnica, una colcha de cama por manto, su turbante y sus barbas de lino, tomaba un aspecto venerable.

No era ensabanado, porque, como primer ministro y favorito que había sido de Faraón, no podía vestirse pobremente con sábanas. Y no era tampoco encolchado, porque iba sólo con la túnica y no llevaba colcha, o sea, manto o capa, a fin de indicar que la mujer de Putifar se había quedado con ella.

La marquesa pidió un crucifijo, y poniéndoselo delante, díjole que hiciera ante él examen de conciencia, en tanto que llegaba el padre; tomólo Diógenes con ambas manos y besólo devotamente, mas dejólo caer a poco sobre la colcha, llorando desconsolado. ¡Si no , María!... ¡Si no me acuerdo!... No te apures, hombre, yo te enseñaré en un momento...

Y, diciendo esto, se arrojó del lecho, con intención de cerrar la puerta y no dejar entrar a la señora Rodríguez; mas, cuando la llegó a cerrar, ya la señora Rodríguez volvía, encendida una vela de cera blanca, y cuando ella vio a don Quijote de más cerca, envuelto en la colcha, con las vendas, galocha o becoquín, temió de nuevo, y, retirándose atrás como dos pasos, dijo: ¿Estamos seguras, señor caballero?

¡Mamá, no sabes lo que han hecho en mi cuarto esos chicos! profirió Eulalia con trabajo y dispuesta a sollozar. ¡Todo lo han revuelto y estropeado!... ¡Los polvos de los dientes llenos de agua!... ¡Los frascos de esencia abiertos y menos de mediados!... ¡El jabón hecho una repla!... ¡Los cepillos de dientes por el suelo!... ¡La esponja llena de porquería!... ¡La colcha de mi cama llena de betún!

El rostro de Marta estaba bañado por un matiz purpúreo; en sus cabellos brillaban pequeños resplandores, y la mano que reposaba en la colcha, parecía iluminada por dentro. Acerqué el biombo a su cama para evitar que el reflejo de la luz la molestara.

No decía más que esto: «¡Ladrón! ¡Sacrílego! ¿Dónde están los siete mil reales devueltos en el confesonario por un pecador arrepentido?». Bonis, que estaba en su alcoba, se dejó caer sentado sobre la colcha de flores azules de su humilde lecho. Sintió un sudor frío, la garganta apretada. «¡Me estoy poniendo malose dijo.

Palabra del Dia

rigoleto

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