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Actualizado: 28 de junio de 2025


El concejal de oficio estaba tan excitado, que la contracción de su hocico se acentuaba, como si el olor aquel imaginario fuera el de la aza fétida. Zalamero, que iba a Gobernación, quiso llevarse al Delfín; pero este, a quien su mujer tenía cogido del brazo, se negó a salir... «Mi mujer no me deja». Mi tocaya dijo Villalonga , se está volviendo muy anticonstitucional.

Cuando se trocaban los papeles, cuando ella era la perseguidora y a me correspondía el ser cogido, se duplicaban las inocentes y puras delicias de aquel juego sublime, y el paraje más obscuro y feo, donde yo, encogido y palpitante, esperaba la impresión de sus brazos ansiosos de estrecharme, era para un verdadero paraíso.

Será pasado mañana, o dentro de unos días... Podrá ser. Y ¿sobre qué va usted a hablar? preguntó el periodista, sacando de su cartera unas cuartillas y un lápiz. Aquí se vio cogido don Simón, que aún no había madurado el cuándo ni el asunto. Pues, hombre respondió por decir algo , pienso hablar... sobre... Ya se ve, ¡son tantas las cosas que uno...! Vamos, ya le comprendo a usted.

Terminado tan noble ejercicio, el señor Belinchón se veía necesitado a ir cogido a las paredes para trasladarse de un sitio a otro, formando un ángulo de ochenta grados con el suelo. Desde allí, hasta el fin de sus días, el glorioso fundador de El Faro de Sarrió siempre anduvo más o menos esparrancado.

Has hecho mal en coger a una mujer tan gorda. Yo he cogido una pequeñita, delgada, y... ; pero, con todo, veo que tiene buenas garras. Llevas en el rostro señales abundantes. ¡Tiene garras de gata! Todas parecen gatas. He tomado parte en cien batallas; he recibido sablazos, bastonazos, pedradas, hasta murallazos, y nunca he pasado un rato tan malo.

-No es mi tristeza -respondió don Quijote- haber caído en tu poder, ¡oh valeroso Roque, cuya fama no hay límites en la tierra que la encierren!, sino por haber sido tal mi descuido, que me hayan cogido tus soldados sin el freno, estando yo obligado, según la orden de la andante caballería, que profeso, a vivir contino alerta, siendo a todas horas centinela de mismo; porque te hago saber, ¡oh gran Roque!, que si me hallaran sobre mi caballo, con mi lanza y con mi escudo, no les fuera muy fácil rendirme, porque yo soy don Quijote de la Mancha, aquel que de sus hazañas tiene lleno todo el orbe.

Entonces le ha cogido la cabeza con las dos manos, fijando un instante sobre la infeliz, toda trémula, sus ojos sombríos, y después ha murmurado esas palabras melancólicas: ¡La expiación! ¡la expiación!

Ni los jueces, ni los jurados, ni mi abogado mismo, vieron lo que era imposible sospechar, aquel lazo infame en que era cogido un inocente.

Delante venían tres hombres a caballo: dos con boina en la cabeza, el tercero con gorra pellejera, y detrás de ellos, en confuso desorden, hasta doscientos hombres, equipados diversamente, pero con buenas armas, y el mayor número con boina blanca. Traen uno cogido. ¡Pobrecito! dijo. Pateta, oprimiendo maquinalmente el fusil.

El Caballero adelanta algunos pasos, y los cuatro mancebos le rodean con bárbaro y cruel vocerío, y le cubren de lodo con sus mofas. ¡Hay que dormirla, Señor Don Juan Manuel! ¿Dónde la hemos cogido, padre? ¡Buen sermón para Cuaresma! DON FARRUQUI

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