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Actualizado: 25 de mayo de 2025


A esto no llegó ni podía llegar la de Jáuregui, porque tenía ciertas delicadezas de índole y de educación que se sobreponían a sus enconos de usurera. Pero fueron juntas alguna vez a la casa de una infeliz viuda que les debía dinero, y después de apremiarla inútilmente para que les pagara, echaron miradas codiciosas hacia los muebles.

Pero se marchó y el buen tío, sin voluntad, que se arrastraba siempre a tres pasos detrás de ella, la siguió. En mi triunfo solté una gran carcajada. Pero también, ¿qué venís a hacer, almas codiciosas, en el templo del dolor? ¡Atrás! Vino la noche. Una banda roja, último vestigio del sol poniente, se extendía sobre la ciudad cuyas torres puntiagudas se destacaban negras en el cielo de fuego.

Otras veces protestaba yo con más motivo. Sorprendía las miradas codiciosas de muchas mujeres de mi mundo fijas en él; la invitación agresiva de algunas, que, por ser más jóvenes, se consideraban con derecho á arrebatármelo. ¡Y él, tan bueno, burlándose conmigo de estas pasiones que despertaba, comunicándome otras que yo no podía adivinar!... no conoces tal vez esta juventud que llega detrás de nosotros.

Mercurio se turbó, la gente estaba Suspensa al triste son, y en cada pecho El corazon mas valido temblaba. En esto descubrióse el corto estrecho, Que Scila, y que Caribdis espantosas, Tan temeroso con su furia han hecho. Estas olas que veis presuntuosas En visitar las nubes de contino, Y aun de tocar el cielo codiciosas.

Contemplo, con la satisfacción de un privilegiado, á la muchedumbre desheredada que se desliza en la penumbra lanzando miradas codiciosas al banco. El reposo me hace sentir todo el peso de la fatiga anterior. Reconozco que si los hulanos apareciesen de pronto trotando por el centro de la calle, no me movería. Una pierna me transmite su calor á través de una tenue faldamenta de verano.

Pero no; Plutón se contentaba con dirigirle largas miradas entre codiciosas y burlonas sin dirigirle la palabra. Una vez, sin embargo, al asomarse al corredor por la noche, creyó ver en la calle relucir unos ojos entre las tinieblas, mirándola fijamente. Se retiró con presteza y en toda la noche no pudo conciliar el sueño.

Matilde quiso ver las ropas y objetos de Laura, y ésta, por complacerla, se tomó la molestia de mostrárselos, sin notar las miradas penetrantes y codiciosas que aquélla posaba sobre ellos, ni la sonrisa de despecho que vagaba por sus labios.

El mancebo no se atrevió a hacer lo mismo: siguió su camino, no sin dirigirla vivas y codiciosas ojeadas, a las que la gentil señora no se dignó corresponder. Llegó al fin el coche, montó en él dejando ver, al hacerlo, un primoroso pie calzado con botina de tafilete, y fué a sentarse en el rincón del fondo.

Palabra del Dia

condesciende

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