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Actualizado: 15 de mayo de 2025


No veo la causa de que tu marido te sea tan odioso. Podrá no ser simpático; pero no es mala persona. Podrá no ser un Adonis; pero tampoco es el coco. Mujeres hay casadas con hombres infinitamente peores, y viven con ellos; allá tendrán sus encontronazos; pero se arreglan y viven... no seas tonta, que no sabes la ganga que es tener un hombre y una chapa decorosa en el casillero de la sociedad.

Mientras Estupiñá admiraba, de mostrador adentro, las grandes novedades de aquel Museo universal de comestibles, dando su opinión pericial sobre todo, probando ya una galleta de almendra y coco, que parecía talmente mazapán de Toledo, ya apreciando por el olor la superioridad del o de las especias, la dama se tomaba por su cuenta a uno de los dependientes, que era un Samaniego, y... adiós mi dinero.

Cuando la nuez o semilla es muy tierna, contiene un flúido insípido y claro, que hace las veces de agua para el sediento viajero en los bosques, pero que, como sucede con el del coco, se torna pronto lechoso y adquiere un sabor dulce.

Un gran mensajero de vida y de los más transportables es la sólida nuez de coco, la cual no sólo viaja, sino que, arrojada sobre los arrecifes, basta que encuentre un poco de arena blanca para medrar en sitios donde perecería otra planta cualquiera. El agua salobre no le amedrenta, se sirve de ella como del agua dulce, y crece también.

Visita las cárceles, las carnicerías y las plazas, que la presencia del gobernador en lugares tales es de mucha importancia: consuela a los presos, que esperan la brevedad de su despacho; es coco a los carniceros, que por entonces igualan los pesos, y es espantajo a las placeras, por la misma razón.

Allí unos huevos duros, o blanquillos, que venían recostados, cada uno en su taza de güiro, sobre unas yerbas de grata fragancia, que olían como flores. Allí, en la cáscara misma del coco recién partido en dos, la leche de la fruta, con una cucharilla de coco labrado que la desprendía de sus tazas naturales.

Allá por los últimos días de Diciembre encontrábase S. E. en la sala jugando al tresillo, en tanto esperaba la hora del almuerzo. Venía de tomar el baño con el consabido vaso de agua y carne tierna de coco y estaba en la mejor disposicion posible para conceder gracias y favores.

La gratitud y la lástima la hacían ser bondadosa, con palabras de triste consuelo. ¡Ah, gros coco! Había que tomar la vida tal como se presenta; aceptar las cosas buenamente, sin empeñarse en pedir imposibles. Cada uno se enamoraba á su hora.

Un pequeño campo le provee de arroz para su morisqueta; el río le brinda con la riqueza de sus pescados; el coco, le ayuda con las múltiples aplicaciones de sus hojas, sus jugos y sus fibras; el chile, fortifica su organismo; las hebras del abacá, cubren su cuerpo; las esbeltas cañas y los trepadores bejucos, le dan albergue; los verdes nipares, bebidas alcohólicas; y por último, refrescan su sangre los poéticos tamarindos.

Aquellas precauciones resultaron inútiles, porque la noche pasó con tranquilidad y en silencio. Ni hombres ni fieras asomaron por aquellos sitios. Al amanecer, todos se entregaron al trabajo para preparar la provisión de pan. Van-Horn construyó una especie de cedazo con hebras de cáscara de coco, y se puso a cerner la harina.

Palabra del Dia

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