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Actualizado: 12 de mayo de 2025


No le causaba vergüenza el decirle al otro que le idolatraba, así, así, clarito... al pan pan y al vino vino... ni preguntarle a cada momento si era verdad que él también estaba hecho un idólatra y que lo estaría hasta el día del Juicio final.

Di ajumao, que es más bonito y atenúa un poco la gravedad de la falta. Pues como estabas ajumaíto, no eras responsable de lo que decías. Pero qué, ¿se me escapó alguna palabra que te pudiera ofender? No; sólo una media docena de voces elegantes, de las que usa la alta sociedad. No las entendí bien. Lo demás bien clarito estaba, demasiado clarito.

Decírselo a papá, muy clarito, para que se fije en lo que de seguro no se le habrá pasado por la cabeza: que no parece natural vivir aquí no siendo nuestro hermano y siendo nosotras muchachas solteras. Ya que es un atrevimiento meterme a enmendarle la plana a papá; pero él no ha reparado en esto, ni te cree capaz de gracias como las de hoy.

Otra cosa. ¿Por qué no se le ocurrió darle un escándalo, ir a la casa con el crío en brazos y presentarse a doña Bárbara y a D. Baldomero y contarles allí bien clarito la gracia que había hecho su hijo?... Pero no, esto no hubiera sido muy conforme con la dignidad. Más valía despreciarle, dejándole entregado a su conciencia, , a su conciencia, que buen jaleo le había de armar tarde o temprano.

Si se ve clarito... y viene lindo, no más, el zaino. ¿No decía usted que es un mancarrón? Mancarrón, no, don Lorenzo... Como caballo es guapo; pero hay miles mejores... de más vista... y de más lindo andar. ¿Y por qué lo ha elegido Melchor? ¡Ahí tiene!... ¡vaya uno a saber! Para él no hay otro igual... bueno, que lo conoce. ¿

Donde suena un lenguaje soez sólo puede haber malas acciones y pensamientos poco delicados. Donde cantan las ranas, ¿qué ha de haber sino charcos y cieno? Cuando Pecado curó de las heridas que le hizo el novillo de Getafe, Isidora se armó de valor, echole un sermón, y le dijo muy clarito que no volvería a tener un cuarto si él mismo no lo ganaba.

Lo que usted quería, digamos las cosas claras, lo que usted quería era casarse para tener un nombre, independencia y poder corretear libremente. ¿Más clarito todavía? Pues lo que usted deseaba era una bandera para poder ejercer la piratería con apariencias de legalidad. ¡Desdichado hombre el que cargó con usted! De veras que le cayó la lotería.

Lo que hay es que yo se lo quiero dar, porque que ha de quererle, y porque es mi amiga... Escriba usted. «Para que se consuele de los tragos amargos que le hace pasar su maridillo, ahí le mando al verdadero Pituso. Este no es falso, es legítimo y natural, como usted verá en su cara. Le suplico...». «Le suplico...». Usted póngalo todo muy clarito, D. Plácido; yo le doy la idea.

Vengo a darte la gran prueba de que siempre estoy pensando en ti, y me recibes con cara de vinagre. ¿Qué me traes? Hoy, nada; pero mañana... Habla clarito... Sabrás, pichona repuso él urdiendo la más enmarañada trama de cosas verdaderas y falsas , has de saber, monina, que un señor, amigo mío, toma el teatro de las Musas para este año, y me ha nombrado su representante.

Total, que no he podido reunir más. Aquí está el papel para el recibo... Pon mil doscientos reales para el mes que viene. Mejor será para el otro mes. Mira, mira, no pintes el diablo en la pared. Pon el mes que viene». Don José empezó a extender el recibo. «Bien clarito, señor escribano... ¡Hola, hola!, ¿está aquí tu Holofernes?... ¡Vida! ¡Gloria!».

Palabra del Dia

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