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Cuando la densa bruma Los valles enlutaba, Cuando la blanca espuma Los mares circundaba, Cual mágicos concentos Nacian los acentos Del arpa de Ossian. Al eco melodioso La bruma relucía, Y en carro vaporoso Celeste aparecía Poblando la colina, La sombra de Malvina, De Morven y Fingal.

Como un nimbo invisible le circundaba cierto hedor compuesto de vino barato y emanaciones de ropas trasudadas; Argensola lo percibía á través de la puerta de servicio: «El amigo Tchernoff que vuelve.» Y salía á la escalera interior para hablar con su vecino. Este defendió por mucho tiempo el acceso á su vivienda.

Apenas llegado, Aixa tanteábale con horror sus ropas velludas y espesas, ofreciéndole, en cambio, para aquellas horas de placer, alguna vestidura de seda, alguna delgadísima túnica de cendal, perfumada de almizcle. Sus pies conocieron la holgura de las babuchas. Sus cabellos el halago de la gaza, con que ella se los circundaba indefinidamente, hasta prenderla por delante con empenachado joyel.

De manera que, ya no quedaban en las inmediaciones de Puno otras personas españolas que las que con tiempo procuraron ampararse á la sombra de las trincheras de aquella villa, que formaba como una pequeña isla de fidelidad en medio de un mar de rebelion que la circundaba por todas partes.

Porque el misticismo es una flor que se alimenta por una parte con savia de la tierra y por la otra con rocío del cielo. Durante las horas de estudio pedía permiso para pasearse a solas por el claustro. La vieja arcada colonial circundaba todo el jardín. En la fachada blanca de los arcos se abrían grietas revestidas de musgo; interiormente la bóveda, muy baja, comunicaba una impresión de sepulcro.

Sus mejillas tenían el mismo tono azulado que la de los hombres que se rasuran diariamente. La madre, algo cuadrada á causa de la obesidad propia de los años, prescindía de esta precaución, y por debajo de la corona de flores que circundaba sus tocas dejaba asomar una barba abundante y dura.

Un corredor o galería, sostenida por columnas de mármol, le circundaba; y así en la galería, como en varias salas a que la galería daba paso, había mesas de tresillo, otras con periódicos, otras para tomar café o refrescos; y, por último, sillas, banquillos y algunas butacas. Las paredes estaban blancas como la nieve del frecuente enjalbiego, y no faltaban cuadros que las adornasen.

En la orilla opuesta de aquélla a la que Poldy se había acercado, se alzaba un obscuro y ruinoso torreón. Todo el terreno que circundaba la laguna era húmedo y vicioso. Las emanaciones palúdicas habían ahuyentado las aves de aquel sitio. Las aves no le alegraban con sus trinos y gorjeos como hacían en otros lugares del mismo bosque.

Fórmanse estos excavando la tierra hasta cierta profundidad y cultivando el fondo con esmero. Un cañaveral de espeso y fresco follaje circundaba aquel enterrado huerto, dando consistencia a los planos perpendiculares que le rodeaban con su fibrosa raigambre y preservándolo con sus copiosos y elevados tallos contra las irrupciones de la arena.

Y allá, en un extremo del prado, bajo un inmenso nogal de la cinta que lo circundaba, una docena de parejas estrechamente abrazadas, daban vueltas parsimoniosas al compás de dulzona habanera, rodeadas por un espeso círculo de mirones.