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Actualizado: 5 de junio de 2025


ESCIPIÓN. ¿De qué se trata, señores? ¿Podría yo quizá seros útil? Pero si se trata de un circo, debo advertiros que el coliseo no está terminado todavía. Tras nosotros queda un largo camino de privaciones, de hambre, de soledad; ante nosotros se presenta una batalla única en la historia humana.

Al dia siguiente, sentada la reyna baxo un dosel guarnecido de piedras preciosas, y llenos los anfiteatros de todas las damas y de gente de todos estados de Babilonia, se dexáron ver en el circo los mantenedores. Puso cada uno su mote á los piés del sumo mago: sorteáronse, y el de Zadig fué el postrero.

Tiene una pierna hecha porvo, un puntaso bajo el brazo, ¡y qué yo!... El probe está como mi santo... Vamo a yevarlo a casa. Cerrada la noche, salió Gallardo del circo tendido en una camilla. La multitud marchaba silenciosa detrás de él. El viaje fue largo.

Se produce una gran emoción. Al griterío de hace un segundo sucede un silencio imponente. Estamos como en el circo, cuando para la música y se avecina el ejercicio peligroso. El empleado comienza a echar las cartas, y el encarnado saca dos. ¿Otra vez dos? ¡Malo! ¡Malo...! Ahora quiebra la racha... Y, en efecto, quiebra la racha. El negro gana.

Gallardo le sabía dueño de una taberna en las inmediaciones del circo, donde vegetaba lejos del trato de aficionados y toreros. No esperaba verle en la plaza, pero el Pescadero dijo con expresión melancólica: ¿Qué quiés? La afisión. Vengo poco a las corrías, pero aún me tiran las cosas del ofisio, y paso como vecino a ve estas cosas. Ahora no soy mas que tabernero.

Aquella noche llegó María Valdivieso muy animada, cerca ya de las nueve... Era preciso, indispensable y urgentísimo que Currita se viniese con ella al Circo del Príncipe Alfonso... Debutaba Miss Jesup, una diva monísima hija de un general yanqui. Había venido recomendada a Pepa Alcocer y a otras varias de la Grandeza; Paco Vélez se lo había dicho.

La arena de los redondeles ejercía cierta influencia en su ánimo supersticioso. Recordaba las amplias plazas de Valencia y Barcelona, con su suelo blancuzco; la arena obscura de las plazas del Norte y la tierra rojiza del gran circo de Madrid. La arena de Sevilla era distinta de las otras: arena del Guadalquivir, de un amarillo subido, como si fuese pintura pulverizada.

Conocida es la riqueza de los bordes del Vesubio, de los valles del Etna en las dilatadas raíces que empuja hacia el mar; conocido es también el paraíso que forma bajo el Himalaya el precioso circo volcánico del valle de Cachemira, y otro tanto sucede á cada paso en las islas del mar del Sur.

Miss Craven le vió alto, fornido, de arrogantes movimientos, tal como lo había contemplado muchas veces en los films, pero con la cara pintada de blanco, lo mismo que un Pierrot. La luz lívida y sepulcral de los tubos de mercurio exigía esta pintura de artista de circo.

Hubo proyectos de celebrar su llegada tocando un repique general de campanas, de iluminar las casas y de erigir un arco de triunfo con todos los instrumentos de la orquesta del Circo. El alcalde no consintió en ello y poco faltó para que este cangrejo reaccionario fuese obsequiado con una cencerrada.

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