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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Las pequeñas Dos hermanas, formando el vértice del triángulo que cierran Banton, Bantoncillo, Simarra y Maestre de Campo, se destacaban perfectamente ante nuestra vista, como asimismo los pequeños islotes llamados Tres Reyes y el Diamante, azotados constantemente por las encontradas olas, efectos de las corrientes y las notables resacas que refluyen su influencia desde las costas de Marinduque.

Después de esto sonreía con verdadera satisfacción, halagada por orgullosos pensamientos que nadie podía adivinar. ; su marido continuaba siendo el invencible, el único, «El rey de las praderas», y con esto quedaba dicho todo. Pero ella, en su casa, le pegaba al «rey de las praderas». Las once de la noche. Es el momento en que cierran sus puertas los teatros de París.

¿Los amigos? Son amigas. Dos muchachas. ¿Las que dan quehacer a la señora Alacrana? Araceli dijo con inquietud ¿usted oyó el coloquio que conmigo tuvo aquella mujer?... Es una indiscreción. Los buenos amigos cierran los oídos al susurro de lo que no les importa. Yo estaba tan cerca, y la señora Alacrana se cuidaba tan poco de la presencia de un extraño, que no pude cerrar los oídos.

Monté el «poney»; y a un «¡hurrade los cosacos, entre la heróica agitación de las lanzas, partimos a galope por la polvorienta planicie, porque ya la tarde declinaba, y las puertas de Pekín se cierran apenas el último rayo de sol huye de las torres del Templo del Cielo.

Se va a buscar un libro, un dulce y antiguo amigo y, sin querer, los ojos se desvían desde las primeras líneas; la mirada vaga, los párpados se abren y se cierran sin saber por qué. Es en esas horas de somnolencia y de dulce quietud cuando nuestros corazones se abren por mismos.

Pregunte V. á su amiga X ... y ella contará á V. la historia de El puente del suspiro. Diez minutos después de la anterior conversación, y bajo un cielo cubierto de pesados nubarrones, cosa habitual en los horizontes que cierran las elevadas cumbres del Banajao, cabalgaba camino del pintoresco pueblo de Lucban, donde vive mi amiga, en busca de la misteriosa historia de El puente del suspiro.

Me miró como asustado, parpadeó el ojo que quedaba sin vidrio y me dijo, como alelado: ¡Vaya, gracias... amigo vigilante!... ¡Voy a traerle el vuelto... porque, como comprenderá, no tengo cambio y, después, el enano ese que me persigue, ¿sabe?, puede ser que sople en su caracol, y entonces, aunque haya baile me va a comenzar la picazón de la nariz, y no voy a poder ir al Banco, porque lo cierran de miedo al enjambre de hormigas que acompañan al maldito enano ese!...

Los últimos grupos se disuelven, se cierran las pesadas puertas y queda el inmenso edificio sumido en el silencio, en medio de la penumbra de la tarde que cae... Allá van todos, enroscada la horrible duda al corazón, en triste compañía con el fantasma de la bancarrota, luchando entre el pesimismo de sus impresiones y la promesa de sus esperanzas.

Sin embargo, el dia de hoy está impedido dicho rio de Santa Cruz con unos grandes bancos de arena, que se discurre amontonó en su embocadura la corriente de las mareas que es rapidísima; tanto que hace garrar las áncoras, y con la baja marea quedan descubiertos los bancos que cierran la entrada.

El jardín, que se extiende entre los cuatro pórticos del claustro, mostraba en pleno invierno su vegetación helénica de altos laureles y cipreses, pasando sus ramas por entre las verjas que cierran los cinco arcos de cada lado hasta la altura de los capiteles. Gabriel miró largo rato el jardín, que está más alto que el claustro.

Palabra del Dia

ancona

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