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Actualizado: 19 de julio de 2025


La biblioteca, la palma, el plátano no existen: ¿cómo al convencernos de que habian desaparecido podiamos dejar de caer en el abatimiento y en la melancolía? Tantas calamidades, nos dijimos, habrán minado esta ciudad hasta por sus cimientos: ¡ay! ¿quién sabe si habrá siquiera vestigios de los pueblos que han venido á chocar y á destruirse en ella?

Tienen en la Península no cuántos parientes duques y marqueses; aún guardan en su casa papelotes antiguos de nobleza, y me pedían mis señas en Buenos Aires para enviármelos, como si esto pudiese interesarme... Luego, no cómo, los yanquis vinieron a chocar igualmente sus copas. ¡Hurra a los Estados Unidos! ¡América sobre el resto del mundo!...

¡Oh, no pensé que era tan grande y cómoda! Bueno; pues ahora sígueme. ¿Adónde? ¡Qué preguntón eres!... Ya lo sabrás, hombre; ya lo sabrás. Entró por la cueva adelante, que cada vez se iba haciendo más obscura, seguida de Ricardo, el cual no apartaba la vista de ella temiendo a cada instante verla caer o chocar con algún obstáculo.

Otra vez se hallaban todas en el patio, y ocurriósele á un pajarito muy flaco meterse allí por el tejado y posarse, después de chocar en los muros, en el entristecido clavel. ¡Qué algazara se armó! Aquél fué el mayor acontecimiento del año.

Al fin, en cierto paraje del espacio se divisó un agujerito azul: por aquel agujerito pasó tembloroso, y como avergonzado, un rayo de sol empapado todavía en agua, que fue a chocar en los cristales de los balcones más altos del hotel de la Paz. Al poco rato se divisó otro, algo más allá, y ambos se comunicaron pronto por medio de una extensa raya, azul también. Pero la lluvia no cesaba.

El Capitán y Cornelio, asomados al mar por la banda de proa, mientras que Hans y el chino atendían a la vela, examinaban con atención las aguas para no chocar contra cualquier escollera que subiese hasta la superficie y que indudablemente habría destrozado a la débil embarcación. Tenían el atol como a un cable de distancia delante de ellos.

A menudo, ni la ley puede castigarlos por este crimen, porque una fiebre o un delirio, que también se llama carnerada, se apodera de ellos, les quita la responsabilidad y el juicio y los impulsa a correr frenéticos por las calles y a chocar con el primero que más a propósito se les antoja, dándole a veces tan tremendo golpe en el pecho, que le causa la muerte.

No me sorprendería que viniese á dar á usted un beso antes de robarle su amante... ¡Pobre de ella! exclamé. ¡Bah! ¿Qué iba usted á hacer? No creo que pensase sacarle los ojos ó abrirle la cabeza. Eso sería muy vulgar. No respondí. Por mi cabeza enloquecida y en la que las ideas parecían chocar unas con otras con un ruido de olas, pasaron fulgores siniestros.

...Y yo oía la charla continua, en vascuence, de las amigas de mi abuela, y veía con desesperación el caer de la lluvia continua y monótona, y escuchaba el ruido de los chorros de agua que caían de los canalones a chocar en las aceras.

Además, una falta absoluta de adaptación le hacía chocar con los superiores, que le consideraban intolerable por su independencia.

Palabra del Dia

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