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Actualizado: 3 de mayo de 2025
También flotaban sobre él las nieblas, como en el monte por donde habíamos subido, y también lo deploró Neluco, porque me impedían gozar del espectáculo admirable, que tanto me había ponderado Chisco a su modo. Pero ¿qué podía faltarme de ver en punto a panoramas, después de los que había visto con el Cura desde muy cerca de allí?
No lo podía remediar: el compromiso adquirido con él para el día siguiente, me inquietaba mucho; y al verme solo en mi aposento después de dejar en el suyo a mi tío, cuya condescendencia a mis declarados propósitos me había parecido algo como firma de juez al pie de una sentencia de muerte, me inquietó mucho más; y cuando metido ya en la cama, después de preparado el arsenal que me había recomendado Chisco para la batalla, me quedé a oscuras, la inquietud anduvo rayando con la fiebre.
¡Ajá! exclamé mirándola con mucha atención, porque precisamente pasaba entonces por delante de nosotros. La mozona, que debió presumir algo de lo que tratábamos el Tarumbo y yo, se puso muy colorada y se sonrió, bajando los ojos al darnos los buenos días. Alabé de corazón el buen gusto de Chisco, y no me expliqué bien el del Topero. Pues ¿qué demonios quiere para su hija? pregunté al Tarumbo.
Pero ¡cuánto sabía de toda la escala entera y verdadera, y de aquellos montes y de otros tales, y con qué respeto le oían los dos mozos que, como cazadores, tanto se crecían a mi lado, y con qué gusto le oía y le contemplaba yo a ese propósito... y otros muchos, para los que no tenían ojos ni oídos las rudas entendederas de Chisco y su camarada!
Pero noté que Chisco, al concluir la primera parte de la oración, se detuvo en seco; lo cual quería decir que rezara yo lo restante. Por fortuna me cogía bastante pertrechado para salir airoso de compromisos como aquél, y recé lo que me pedía, aunque no tanto por su intención como por mis necesidades del momento.
Te prometo que si no tiene novedad mi tío, iré con vosotros; pero si desgraciadamente la tuviera... ya ves tú... Conque hasta mañana. Yo no sé qué cara pondría Chisco oyéndome hablar así, porque en el pasadizo donde estábamos conversando a media voz, no se veía la mano delante.
Aquello era, cuando menos, una tregua en la espantosa agonía que estábamos sufriendo todos dentro de aquellos ennegrecidos muros. Pero si el que llamaba no era Chisco o quien nos trajera noticias suyas y de los demás ausentes, ¿no había para matarle, fuera quien fuera?
Tomando yo por guía de mi anhelante curiosidad la mirada de Chisco, y sin dejar de oír los ladridos de Canelo apenas metido éste en la covacha, pronto le vi retroceder, pero dando cara al enemigo con las cuatro patas muy abiertas, la cabeza levantada y casi tocando el suelo con el vientre.
Y algo era algo, y otra vez sería más. Pito silbaba y pataleaba de gusto en derredor de la fiera mientras cargaban su espingarda. Chisco no se daba todavía por satisfecho, a juzgar por lo receloso de sus aires. ¿Qué quedaba allí por hacer?
Yo iría mejor a pie, como suelo, y como irá Chisco para acompañarnos y cuidar de las bestias en ocasiones que se presentarán; pero usted es madera de otro robledal más flojo, y hay que tenerlo todo presente. Antes de romper el día, por supuesto. Entendíle y respondí, haciendo de tripas corazón: A caballo, y antes de romper el día. Pues que se entere Chisco de ello, y suficit.
Palabra del Dia
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